Después de varios años que Quito sufriera por la incompetencia de alcaldes anteriores finalmente tenemos uno que está trabajando. Nos alegra saber que el funcionario ha pedido disculpas y pagado una multa que le fuera impuesta por un tribunal.
Constatamos la cantidad de obras y actividades realizadas por esta institución que durante una decena de años no existieron. Finalmente, tuvimos la alegría de que se movilizara el metro y hay obras evidentes por todos los barrios que a los capitalinos nos alegran.
El periodismo a más de imparcial debe ser objetivo y observar hechos constatables para comunicarlos. Lamentablemente la sociedad ecuatoriana ha caído en una espiral de violencia emocional que no permite juzgar hechos con imparcialidad, fomentando el crecimiento de una sociedad confundida y atizada por el bombardeo del chisme electrónico y la distorsión mediática. Quien no está de acuerdo con un punto de vista se vuelve contrario o enemigo sobre el que se desata todo tipo de pasiones y que, como país endeble y desintegrado, nos convierte en pasto de cualquier aventurero de la llamada política.
Para salvar la tormentosa situación que enrumba a la nave del Estado, en dirección incierta, es necesario que todos empujemos en una sola dirección. Superando desacuerdos y amainando pasiones podremos avanzar en el tiempo, con actitudes racionales y ponderación, olvidando rencores pasados fruto de errores en la gobernanza. De no hacerlo, nuestro destino como país multiétnico y multicultural podrá reventar en mil pedazos.
Es hora de la sensatez. No se puede seguir buscando figuración, inventando cosas y lanzándolas al viento. Es un momento de construir. La justicia, una vez saneada, podrá ser el camino para que los culpables paguen sus penas y los inocentes no sean ajusticiados por ceguera pasional propia de neandertales que sobreviven en nuestros genes. Quito necesita ser una gran ciudad.