Las decisiones que se toman a nivel de Gobierno no tienen una línea que muestre un horizonte diferente al de siempre: beneficio al gran capital y carga a la base de la pirámide social. En tanto las mafias crean nuevas estrategias para permear el sistema sin perder poder, las masas ciudadanas seguirán soportando el dolor de no ser.
Somos un país donde existen puertos privados y el control es nulo; nadie sabe lo que ocurre allí. Los mafiosos se han ocultado y mimetizado. Los que aparecen impasibles y al descaro son lobistas conocidos, como un octogenario ministro de petróleos que evitó que Petroecuador se hiciera cargo del Oleoducto de Crudos Pesados, como correspondía al término del contrato, y prorrogó el dominio a la contratista, infringiendo una enorme pérdida económica al erario nacional.
La penetración del narcotráfico data del siglo anterior, lo denunció Huerta Montalvo. Desde entonces crece sostenidamente y cuenta hoy con un ejército subterráneo y alta penetración en todas las áreas del sistema estatal y privado.
Las propuestas anunciadas no alientan esperanzas en las grandes masas, más bien fomentan desconcierto y rabia. Los impuestos deben apoyarse en los grandes capitales, sin que ello afecte la actividad productiva; un ejemplo es la renegociación de los contratos con los proveedores de telefonía celular, que siendo un negocio millonario y de cero riesgo tiene menor peso fiscal que en países vecinos donde operan.
El miedo llegó a límites nunca antes vistos, dando oportunidad para aprovechar y tomar decisiones evidentemente negativas para las mayorías y apoyándose en la alharaca mediática que producen “empresarios” muy ricos pero nada éticos, en redes “influencers” con misiones concretas, y la casta política con los conocidos y redundantes discursos.
Coincido en lo referente al tema de penetración de las mafias del narco, con los puntos de vista de Fernando Carrión, un intelectual con alto grado de confiabilidad.
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