¿Qué puede hacer un pobre que necesita recursos y posee algún bien que lo codicia otro? En un mercado equitativo y justo, el asunto sería simple: entrega su bien y recibe su valor real.
El país, como todo el continente, tiene mucha riqueza en el subsuelo, desde petróleo, oro y mucho más. La voracidad mundial por recursos naturales es cada vez mayor, lo que plantea la oportunidad de vender algunos bienes del subsuelo.
Sin embargo los contratos mineros que se realizan, en la mayoría de casos, no son equilibrados y gracias a los mañosos ‘lobistas’, el país recibe menos de lo justo. Los ejemplos son abundantes.
Especialistas en ingeniería y economía señalan que las negociaciones contractuales en general, en su gran mayoría, son muy poco propicias a nuestra economía. Sostienen que “de la renta minera el Estado solo recibe el 26 por ciento, esto siempre que las empresas tributen sin deducciones y exenciones”.
El economista Marco Flores cita que en los años 2022 y 2023 por actividad minera apenas ingresó al presupuesto 202 y 206 millones de dólares y probablemente menos si se desglosan los subsidios energéticos a las grandes mineras y además se debe considerar y restar el consecuente impacto ambiental, que sin control riguroso producirá graves daños a la vida y especialmente al agua.
Esta es nuestra realidad. De allí que para aprovechar estos recursos que nos son necesarios, debemos exigir verdad y transparencia a cualquier Gobierno. A estas alturas no es posible seguir siendo las pobres víctimas del avasallante y desbocado capital y con la colaboración de funcionarios condescendientes.
Es necesario eliminar los riesgos sociales de todo orden, para construir una sociedad equilibrada y no lamentar luego la insurgencia de fuerzas negativas. Es fundamental entender las raíces del mal y comprendiéndolas resolver sistemáticamente la problemática. Entonces podremos alcanzar armonía y paz.