El Observatorio Astronómico de Quito (OAQ) representa para mí mucho más que un lugar de trabajo; es un espacio donde la pasión por la ciencia y el aprendizaje continuo han marcado mi trayectoria profesional y personal. Mis inicios fueron modestos, como pasante pre-profesional, cumpliendo con un requisito necesario para obtener mi título en la Escuela Politécnica Nacional. Sin embargo, ese primer acercamiento al OAQ despertó en mí una fascinación profunda por la investigación y el impacto que esta puede tener en nuestra comprensión del mundo y en la sociedad.
Posteriormente, tuve el privilegio de integrarme como ayudante de investigación en un proyecto dedicado al análisis de más de 100 años de observaciones meteorológicas recopiladas por el Observatorio. Fue emocionante descubrir, a través de los datos históricos, que la temperatura media de Quito había aumentado un grado centígrado en el último siglo, un hallazgo que reflejaba tanto los efectos de la urbanización como del cambio climático global.
El compromiso del OAQ con la investigación no se detuvo allí. A partir de esos primeros descubrimientos, se desarrollaron proyectos para medir la contaminación atmosférica en la estación meteorológica ubicada en el parque La Alameda. Uno de los temas que captó mi atención fue la relación entre la contaminación ambiental y los niveles de pH del agua lluvia. Estudios científicos internacionales han demostrado que los óxidos de azufre (SOx) y de nitrógeno (NOx) reaccionan con el agua lluvia para formar ácidos sulfúrico y nítrico. Cuando el agua lluvia presenta un pH inferior a 5.6, se clasifica como lluvia ácida, un fenómeno que puede tener efectos devastadores en los ecosistemas.
El Observatorio, en colaboración con el Centro de Investigaciones y Control Ambiental de la Escuela Politécnica Nacional, ha mantenido un monitoreo continuo de los valores de pH y de sólidos totales disueltos (TDS) en el agua lluvia. Este monitoreo se complementa con los datos proporcionados por la Corporación para el Mejoramiento del Aire en Quito (CORPAIRE) sobre contaminantes atmosféricos, como SO2, NO2 y material particulado (PM2.5 y PM10).
El análisis de los reveló que solo el 10% de las observaciones correspondieron a episodios de lluvia ácida, lo cual refleja los niveles relativamente bajos de contaminación ambiental en el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ) en comparación con otras ciudades del mundo. Además, se encontró que aproximadamente el 16% de las variaciones en la concentración de TDS en el agua lluvia estaban influenciadas por cambios en los niveles de PM2.5 en la atmósfera. Los resultados sugieren que incluir las variaciones de PM10 en los modelos podría ofrecer una explicación más precisa de la composición del agua lluvia.
Trabajar en el Observatorio Astronómico de Quito no solo me brindó la oportunidad de explorar temas apasionantes y relevantes, sino también de contribuir a una comprensión más amplia de los desafíos ambientales que enfrentamos. Desde las primeras mediciones meteorológicas hasta los complejos análisis de contaminación atmosférica, cada paso reafirmó mi convicción de que la ciencia es una herramienta poderosa para la acción y el cambio positivo.
Hoy, al reflexionar sobre mi experiencia, siento una profunda gratitud por haber formado parte de una institución tan emblemática. Mi tiempo en el OAQ marcó el inicio de un camino que continúa desafiándome e inspirándome a buscar soluciones para un futuro más sostenible.