“Las opiniones publicadas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan la opinión de la Asociación de Cotopaxenses Residentes en Quito. Todas las opiniones han sido publicadas con la expresa autorización de sus autores.

Hace 15 años, junto con un equipo de profesionales provenientes de diversas partes del mundo, tuve la oportunidad de trabajar en un proyecto financiado por el Banco Mundial. Este proyecto tenía un objetivo ambicioso: analizar qué factores hacían efectivos los proyectos de desarrollo en países del tercer mundo y optimizar su implementación. Nos sumergimos en bases de datos de proyectos exitosos en diversas regiones, buscando patrones y soluciones replicables. El modelo propuesto fue utilizado con excelentes resultados en el África.

En la provincia de Cotopaxi existe el caso de terrenos desérticos: Alpa Malag, cuyo nombre proviene del quichua – panzaleo Allpa (tierra) y Malag (malo), significa literalmente «tierra mala». Sin embargo, la historia de esta región es un testimonio del poder de la organización comunitaria con la ayuda internacional, el acceso a tecnologías adecuadas y la resiliencia de las personas para transformar «tierra mala» en «tierra buena» (Alpa Alli) es posible.

En Alpa Malag, el acceso al agua fue el primer paso en la mejora de la calidad de vida. En 1952, la comunidad dio los primeros pasos hacia un sistema de agua entubada con la donación de tubos por parte del Consejo Provincial. Este sistema inicial, aunque rudimentario, marcó el inicio de un esfuerzo continuo para mejorar la disponibilidad y calidad del agua.

En 1983, gracias a la colaboración con comunidades vecinas como San José de Barba, se lograron captaciones de fuentes como el río Nagsiche, aumentando el flujo de agua a 43,7 litros por segundo. Este avance permitió no solo cubrir las necesidades básicas de consumo, sino también iniciar el desarrollo de sistemas de riego para actividades agrícolas.

Sin embargo, la abundancia de agua no garantizaba su calidad. En 1995, con el apoyo de la organización World Vision, se construyeron tanques de reservorio y sistemas de purificación que incluían sedimentación, ventilación, filtración y cloración. Aunque estos esfuerzos mejoraron el agua, persistían niveles de contaminación. La participación comunitaria también ha permitido identificar prioridades de manera eficiente. Por ejemplo, fue gracias a la insistencia de los comuneros que se buscaron fuentes de agua de mejor calidad, lo que derivó en el suministro de agua potable en 2007. Este tipo de liderazgo local demuestra que, cuando las comunidades toman un papel activo en el desarrollo, los proyectos tienen mayores probabilidades de éxito, marcando un antes y un después en la historia de la comunidad.

El sistema de agua de aspersión implementado a partir de los antiguos sistemas de distribución de agua tratada fue fundamental para el riego agrícola. Este avance permitió a los agricultores locales no solo mejorar sus cultivos, sino también introducir técnicas más sostenibles y aumentar la productividad en un suelo que antes parecía infértil. La agricultura se convirtió en el eje del desarrollo económico local.

Uno de los mayores retos en Alpa Malag ha sido la recuperación de suelos degradados. Además del agua, tecnologías como las cortinas ordeñadoras de nubes han jugado un papel clave. Estas estructuras permiten captar humedad directamente de la niebla, generando pequeñas cantidades de agua adicionales que pueden ser utilizadas tanto para el consumo como para la agricultura.

La reforestación también ha sido una estrategia crucial. Plantar árboles no solo ayuda a combatir la desertificación al prevenir la erosión del suelo, sino que también mejora la calidad del aire y recupera el microclima local. Cuidar los ojos de agua en el páramo colocando alpacas cuyas pezuñas no dañan la vegetación y además su territorialidad espanta a otros animales que contaminan y dañan este frágil ecosistema. Estas acciones requieren compromiso a largo plazo, pero su impacto en la sostenibilidad de la región es innegable.

La transformación de Alpa Malag no habría sido posible sin la participación de sus habitantes. Desde la formación de la comuna en 1943 bajo el nombre de San José de Alpa Malag, la comunidad ha demostrado una capacidad impresionante para organizarse y buscar soluciones conjuntas. Ya sea mediante acuerdos con comunidades vecinas para acceder a fuentes de agua, o trabajando mano a mano con organizaciones internacionales para construir infraestructuras, la cohesión social ha sido clave.

A partir de la experiencia en Alpa Malag, podemos identificar varios factores esenciales para el desarrollo de regiones desérticas:

  1. Gestión integral del agua: Desde sistemas de captación hasta tecnologías de purificación y distribución, el acceso al agua es el eje de cualquier estrategia de desarrollo en terrenos áridos.
  2. Adopción de tecnologías innovadoras: Soluciones como las cortinas ordeñadoras de nubes y sistemas de riego por aspersión son ejemplos de cómo la tecnología puede adaptarse a condiciones extremas.
  3. Reforestación y recuperación del suelo: La introducción de árboles y técnicas de conservación del suelo son fundamentales para combatir la desertificación y crear ecosistemas más resilientes.
  4. Participación comunitaria: El éxito de cualquier intervención depende de la capacidad de la comunidad para involucrarse activamente en la planificación, implementación y mantenimiento de los proyectos.
  5. Colaboración multisectorial: El trabajo conjunto entre comunidades, gobiernos locales, organizaciones internacionales amplía los recursos disponibles y asegura la sostenibilidad de los proyectos.

La historia de Alpa Malag es una lección inspiradora de cómo la unión de tecnología, organización comunitaria y compromiso puede transformar una región considerada «tierra mala» en un ejemplo de resiliencia y desarrollo sostenible. Aunque los retos persisten, los avances logrados en los últimos años muestran que el desarrollo en regiones desérticas no solo es posible, sino también replicable en otras partes del mundo.

Hoy en día, Alpa Malag es un símbolo de que, con visión y esfuerzo, incluso las condiciones más adversas pueden convertirse en oportunidades. Su transición de Alpa Malag a Alpa Alli no solo es un cambio de nombre, sino una transformación profunda de la calidad de vida y el potencial de su gente.

Compartir publicación