El concurso del Libro Leído

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Era mi primer año en el Colegio Vicente León, y el Concurso del Libro Leído, organizado por nuestro profesor de castellano y literatura, Gonzalo Karolys, se convirtió en un hito inolvidable. La actividad era sencilla pero desafiante: debíamos presentar oralmente un resumen de un libro que hubiéramos leído, frente al público invitado. La tensión era palpable, pero también lo era la emoción de compartir nuestras lecturas.

Elegí El Rey Lear, la célebre tragedia de William Shakespeare. La historia del anciano rey de Bretaña, que divide su reino basado en palabras vacías de amor mientras deshereda a su hija más fiel, Cordelia, me impactó profundamente. A través de la narración de sus tormentos, el maltrato que recibe de sus otras hijas, y su dolorosa caída en la locura, comprendí que Shakespeare no solo relataba un drama familiar, sino también una reflexión sobre el poder, la lealtad y la fragilidad humana.

Recuerdo cómo el profesor Karolys nos preparó para nuestra exposición. Nos recomendó fijar la vista en un cuadro al final del salón principal del colegio para evitar perdernos en la mirada de los asistentes. «Si te olvidas una parte, sigue adelante; el público no sabe lo que te faltó», nos decía con paciencia. Estas palabras se quedaron conmigo como un consejo de vida: avanzar con confianza, incluso en momentos de incertidumbre.

Durante mi presentación, compartí con entusiasmo los giros trágicos de la obra: las traiciones de Edmundo, la nobleza de Edgar, el sacrificio de Cordelia y la inevitable caída de Lear. Mientras relataba cómo Lear vaga por la tormenta, perdiéndose en su locura, sentí que conectaba con la audiencia, que también imaginaba el poder de los rayos que iluminaban su tragedia.

El concurso no solo era un espacio de expresión literaria, sino también de encuentro. Recuerdo con claridad las brillantes exposiciones de mis compañeros: Pablo Merizalde, que abordó con pasión A la costa de Luis A. Martínez y las tensiones ideológicas entre el litoral y serranía; y Paúl García Lanas, cuya disertación sobre Raíces de Alex Haley nos llevó al mundo de Kunta Kinte y las raíces africanas en América.

El salón principal del Vicente León fue un escenario donde no solo crecimos como lectores, sino también como oradores y personas. Ese día comprendí que la literatura tiene un poder transformador, que puede unirnos y enseñarnos, que nos permite reflexionar sobre la condición humana mientras desarrollamos nuestra propia voz.

Hoy, al recordar aquella jornada, me invade una profunda gratitud. El concurso del Libro Leído no fue solo una actividad escolar, sino un verdadero rito de iniciación a la magia de las palabras y al poder de la narrativa. Aquel consejo del profesor Karolys sigue resonando en mi vida: «si te olvidas una parte, continúa». Porque en la vida, como en la literatura, siempre se puede seguir adelante y crear algo memorable.

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