“Las opiniones publicadas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan la opinión de la Asociación de Cotopaxenses Residentes en Quito. Todas las opiniones han sido publicadas con la expresa autorización de sus autores.

Vivimos en un tiempo que muchos llamarían una utopía del conocimiento. Nunca en la historia hemos tenido tanto acceso a información: 40 millones de libros disponibles en línea, más de 110 millones de artículos científicos, periódicos de todo el mundo al alcance de un clic, canales de televisión de cualquier país y hasta programas computacionales que podemos descargar de forma gratuita. Todo esto está ahí, esperando ser usado para ampliar nuestra comprensión del mundo.

Y, sin embargo, algo no cuadra. En lugar de aprovechar esta riqueza de información para crecer y cuestionar, muchos prefieren creer en teorías de conspiración, leer horóscopos como verdades absolutas y recurrir a pseudociencias en lugar de conocimiento verificado. ¿Cómo es posible que, con tanta información disponible, la ignorancia siga siendo un negocio rentable?

El problema no es la falta de acceso, sino la incapacidad de discernir qué información es útil, verdadera o relevante. Aquí es donde el negocio de la ignorancia encuentra su terreno:

  • La sobrecarga de información: Hay tanto contenido disponible que resulta abrumador. En este mar de datos, las personas buscan atajos, y los charlatanes se aprovechan de eso ofreciendo respuestas simples a preguntas complejas.
  • El confort de lo conocido: Es más fácil creer en algo que confirma nuestras creencias (como un horóscopo o una teoría conspirativa) que aceptar datos que desafían nuestra perspectiva del mundo.
  • La falta de pensamiento crítico: Aunque tenemos acceso a millones de libros y artículos científicos, si no sabemos cómo cuestionar, analizar y verificar, esa información es inútil.

Esto crea un círculo vicioso: mientras más desconectados estamos del conocimiento objetivo, más vulnerables somos a las ideas engañosas.

¿Por qué la ignorancia es un negocio tan lucrativo? Porque explota nuestras emociones, inseguridades y deseos de simplicidad. Algunos ejemplos:

  • Conspiraciones: Creer que «las élites controlan todo» o que «los ovnis nos visitan cada semana» no solo vende libros y documentales; también fomenta una industria de desinformación en redes sociales, generando millones en publicidad.
  • Pseudociencia: Desde tratamientos milagrosos para enfermedades hasta teorías anticientíficas como el terraplanismo, hay quienes se enriquecen vendiendo productos o ideas que no tienen base real.
  • Horóscopos y predicciones: ¿Sabías que la industria del «misticismo» genera miles de millones de dólares al año? Desde aplicaciones hasta servicios de adivinación, la ignorancia vende certezas falsas a quien busca respuestas rápidas.

Mientras tanto, el conocimiento objetivo no siempre es tan atractivo. Requiere esfuerzo, cuestionamiento y aceptar que a veces las respuestas no son inmediatas.

Optar por la ignorancia no solo nos afecta a nivel personal; tiene consecuencias profundas en la sociedad:

  • Desinformación masiva: Creer en pseudociencias y teorías de conspiración debilita el debate público y nos aleja de soluciones reales a problemas sociales.
  • Polarización y conflictos: La desinformación alimenta divisiones sociales, enfrentando a grupos que, de otro modo, podrían colaborar.
  • Estancamiento del progreso: Mientras seguimos debatiendo si las vacunas son seguras o si la Tierra es redonda, el tiempo y los recursos que podrían destinarse a avances reales se pierden.

El cambio empieza con pequeñas acciones individuales y colectivas:

  • Fomentar el pensamiento crítico: Enseñar desde una edad temprana a cuestionar, analizar y verificar información es clave para no caer en trampas.
  • Aprovechar los recursos disponibles: Los 40 millones de libros y los 110 millones de artículos científicos están ahí. Hagamos el esfuerzo de utilizarlos para ampliar nuestra comprensión del mundo.
  • Promover la ciencia y la educación: La curiosidad debe estar acompañada por herramientas confiables para navegar entre el ruido informativo.
  • No compartir desinformación: Antes de darle al botón de «compartir», preguntémonos: ¿esto tiene evidencia? ¿Es de una fuente confiable?

En esta era del conocimiento, la ignorancia no es una falta de acceso, sino una elección. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de decidir si quiere ser parte del cambio hacia una sociedad más informada o seguir alimentando el negocio de la desinformación. La próxima vez que sientas la tentación de creer en algo «demasiado bueno para ser verdad», pregúntate: ¿qué dice la evidencia? La verdad puede no ser tan emocionante como las teorías conspirativas, pero es la base sobre la que podemos construir un futuro más justo y avanzado.

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