Entre la razón  el engaño (II)

“Las opiniones publicadas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan la opinión de la Asociación de Cotopaxenses Residentes en Quito. Todas las opiniones han sido publicadas con la expresa autorización de sus autores.

Imagínate estar en medio de una manifestación, rodeado de gritos, enojo y decisiones tomadas al calor del momento. Es fácil dejarse llevar, ¿verdad? Pero aquí está el peligro: cuando seguimos ciegamente a líderes que priorizan sus propios intereses y nos empujan a actuar sin reflexionar, el resultado puede ser destructivo, tanto para nosotros como para nuestras comunidades.

Esto es algo que hemos visto con frecuencia en ciertas manifestaciones indígenas en la provincia de Cotopaxi. Y antes de que me malinterpretes, no estoy diciendo que las protestas no sean legítimas, pero cuando estas se convierten en linchamientos impulsados por manipulación y falta de pensamiento crítico, todos perdemos.

En contextos de menor acceso a la educación, las masas se convierten en terreno fértil para líderes que saben cómo explotar la emoción colectiva. Estos líderes suelen:

  • Aprovechar el descontento social: Usan problemas legítimos (desigualdad, pobreza, exclusión) como combustible para movilizar a las personas, pero sin ofrecer soluciones reales.
  • Fomentar el caos en lugar del diálogo: Un linchamiento o un acto violento puede parecer «justicia» inmediata, pero no soluciona el problema de fondo y solo perpetúa la violencia.
  • Desviar la atención hacia enemigos comunes: Muchas veces, el objetivo no es resolver problemas, sino culpar a alguien más: el gobierno, empresas, u otros grupos.

El resultado es un círculo vicioso donde las comunidades terminan divididas y aún más vulnerables.

¿Por qué sucede esto más en contextos de menor educación? Porque la falta de herramientas críticas nos hace más susceptibles a aceptar discursos simplistas y emocionales. Sin pensamiento crítico, es más difícil:

  • Cuestionar las intenciones de los líderes: ¿Están promoviendo el bien común o su propio beneficio?
  • Identificar soluciones reales: No todas las acciones «en el momento» conducen a cambios duraderos.
  • Distinguir entre justicia y venganza: La justicia busca reparar el daño, mientras que la venganza solo alimenta el ciclo de violencia.

El acceso a la educación no solo amplía conocimientos; también fortalece nuestra capacidad para reflexionar, cuestionar y actuar con propósito.

Cuando una protesta se convierte en linchamiento, las consecuencias son devastadoras:

  • Pérdida de vidas y daños físicos: Lo que comienza como una protesta legítima puede terminar en tragedias irreversibles.
  • Deslegitimación de las causas sociales: Actuar con violencia desvía la atención de los problemas reales y desacredita los movimientos.
  • Mayor división social: Las comunidades se fragmentan, alimentando rencores entre vecinos, familias y sectores.

Peor aún, este ciclo no solo afecta a la generación actual, sino que perpetúa la desconfianza y la falta de diálogo para las siguientes generaciones.

El cambio comienza con decisiones conscientes y colectivas:

  • Promover la educación comunitaria: Incluso en contextos rurales, espacios de diálogo y aprendizaje pueden marcar una gran diferencia. Reflexionar sobre conflictos pasados puede ser un primer paso para cambiar la narrativa.
  • Cuestionar a los líderes: Antes de seguir a alguien, pregúntate: ¿Qué ha hecho por la comunidad? ¿Busca soluciones reales o solo promueve el caos?
  • Fomentar el diálogo en lugar del enfrentamiento: Escuchar diferentes puntos de vista no significa estar de acuerdo con todos, pero sí puede evitar conflictos innecesarios.
  • Formar redes de apoyo: Grupos organizados con un enfoque en la resolución pacífica de problemas son mucho más efectivos a largo plazo.

Las protestas y manifestaciones pueden ser poderosas herramientas de cambio, pero solo si están guiadas por el pensamiento crítico y no por la manipulación. Antes de dejarnos arrastrar por el enojo o la indignación, recordemos que el verdadero cambio empieza por cuestionar, analizar y buscar soluciones que beneficien a todos. En Cotopaxi y en cualquier lugar del mundo, merecemos líderes que realmente trabajen por nuestras comunidades, no aquellos que alimenten conflictos para su propio beneficio. Y, como individuos, tenemos la responsabilidad de ser críticos y actuar desde la reflexión, no desde la emoción descontrolada.

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