Fernando Salgado Salgado: Un legado de palabras y pasión

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Este año se cumplen dos años desde que el doctor Fernando Salgado Salgado, abogado de profesión y eterno amante de las letras, dejó este mundo. Su ausencia sigue siendo profundamente sentida por quienes lo conocimos y admiramos. Fernando no solo fue un jurista destacado, sino también un ferviente defensor de la palabra escrita, un coleccionista apasionado y un hombre cuyo amor por los libros y los pequeños detalles que los acompañan lo convirtió en un referente para quienes compartían su pasión.

Como abogado, Fernando se destacó por su compromiso con la justicia y la ética. Su carrera estuvo marcada por la excelencia y la dedicación, valores que extendió a todos los aspectos de su vida. Era un hombre que encontraba en cada desafío una oportunidad para aprender y crecer, dejando siempre una impresión duradera en quienes compartían su camino.

Más allá de su faceta profesional, Fernando era un amigo, un mentor y un ser humano excepcional. Su calidez y empatía creaban conexiones genuinas con quienes lo rodeaban. Su capacidad de escuchar y su disposición para ayudar reflejaban una profunda humanidad que trascendía cualquier barrera.

Fernando era un asiduo colaborador en la columna de Cartas al Director, donde su pluma daba vida a reflexiones profundas, críticas constructivas y observaciones llenas de humanidad. Su voz resonaba con claridad en cada palabra, abordando temas que iban desde lo social hasta lo cultural. A través de sus escritos, Fernando conectaba con sus lectores, dejando siempre una invitación a reflexionar y aprender.

La vasta biblioteca de Fernando, un tesoro personal que incluía 531 biografías, era un testimonio de su insaciable curiosidad intelectual. Entre sus lecturas predilectas se encontraban personajes históricos y culturales como Vincent Van Gogh, Jorge Luis Borges, León Trotski y Jean-Paul Sartre. Sin embargo, cuando se le preguntaba cuál biografía lo había marcado más, respondía sin dudar que la de Jesús, una elección que reflejaba su búsqueda constante por comprender la esencia de la humanidad.

Fernando cultivó una colección única y entrañable: separadores de libros. Estos pequeños objetos, que para muchos pasarían desapercibidos, eran para él piezas llenas de arte, memoria y significado. Su colección, compuesta por más de 286 separadores provenientes de todos los rincones del mundo, incluía joyas como un separador japonés con la figura de una geisha en papel de arroz y otros provenientes de Estambul, Jerusalén, la Patagonia, Cracovia, Sídney, Quito y Latacunga.

Organizados cuidadosamente en dos álbumes de cuero, cada separador encontraba su lugar según temas o procedencias. Entre sus minicolecciones, destacaban aquellos dedicados al arte, con obras de Picasso, Botero y Van Gogh, y otros de temática religiosa. Cada separador, más allá de su función práctica, era un reflejo de la riqueza cultural que Fernando valoraba profundamente.

Fernando Salgado Salgado nos enseñó que la vida está llena de matices, de pequeños detalles que, al igual que los separadores en sus libros, enriquecen cada página que leemos y cada paso que damos. Su amor por la lectura, su dedicación a la escritura y su capacidad para encontrar significado en los objetos más simples nos invitan a mirar el mundo con más atención y aprecio.

Hoy, lo recordamos con gratitud y cariño, celebrando una vida vivida con propósito y pasión. Fernando nos dejó un legado de palabras, historias y amor por el conocimiento, que seguirá inspirando a generaciones futuras. Su espíritu vive en cada carta que escribió, en cada libro que leyó y en cada separador que cuidadosamente preservó. Fernando, gracias por tu luz y por recordarnos que, en cada detalle, se puede encontrar un universo entero. Tu legado es eterno.

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