El Cotopaxi, uno de los volcanes más icónicos y temidos de Ecuador, no solo se destaca por su imponente belleza, sino también por su rica y compleja historia geológica. Su evolución ha sido testigo de dos etapas principales de desarrollo, cada una marcando transformaciones significativas en su estructura y actividad.
La primera etapa de desarrollo del Cotopaxi, conocida como Cotopaxi I, se remonta a un período que abarca desde hace 560.000 hasta aproximadamente 295.000 años. Durante esta fase, el volcán experimentó una actividad intensa, con la formación de domos y flujos de lava de composición andesítica y riolítica. Esta etapa también estuvo caracterizada por erupciones explosivas de gran magnitud, probablemente asociadas con la formación de una caldera. Uno de los remanentes más prominentes de esta fase es el Morurcu, un cuello volcánico que alimentó flujos de lava hace más de 300.000 años y que hoy en día se conserva como un testimonio de aquellos tiempos antiguos.
Tras un largo período de inactividad, el volcán Cotopaxi volvió a despertar hace unos 13.200 años, iniciando la etapa que conforma el volcán que conocemos hoy en día, conocido como Cotopaxi II. El Cotopaxi II ha sido testigo de una alternancia entre erupciones andesíticas frecuentes y erupciones riolíticas menos frecuentes, pero significativamente más explosivas. Hace aproximadamente 4.500 años, un evento catastrófico marcó un punto crucial en su historia: un deslizamiento masivo en el flanco norte del cono volcánico dejó una cicatriz permanente conocida como Yanasacha. Este deslizamiento, provocado por una erupción riolítica, generó un enorme lahar que descendió hacia el valle de los Chillos, causando una destrucción considerable.
En los últimos 4.000 años, el Cotopaxi ha experimentado más de 30 erupciones de moderadas a muy grandes, demostrando su capacidad destructiva en repetidas ocasiones. Una de las erupciones más notables en la historia reciente ocurrió el 26 de junio de 1877, cuando una poderosa explosión afectó severamente a las comunidades cercanas y destruyó parcialmente la ciudad de Latacunga, cobrándose alrededor de 1.000 vidas. Este evento subrayó la letalidad del Cotopaxi, no solo por las explosiones volcánicas, sino también por los lahares devastadores que pueden formarse a partir de su actividad.
Hoy en día, el Cotopaxi es uno de los volcanes más vigilados del Ecuador, con una red de monitoreo sofisticada que sigue cada uno de sus movimientos. Su historia geológica es un recordatorio de la poderosa fuerza de la naturaleza y de la constante amenaza que representa. La vigilancia y la preparación son esenciales para mitigar los riesgos y proteger a las comunidades que viven en sus alrededores.
El Cotopaxi, con su majestuosa presencia y su temible poder, continúa siendo un símbolo de la dualidad de la naturaleza: una fuente de asombro y una amenaza latente. Su evolución a lo largo de miles de años nos ofrece una ventana al pasado geológico de nuestro planeta y nos recuerda la importancia de respetar y comprender los fenómenos naturales que moldean nuestro mundo.