La peor decisión para una provincia

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Latacunga, una ciudad marcada por su rica historia y tradición, tiene en su legado al gran filántropo Vicente León y Argüelles, quien, con un espíritu altruista y visionario, dejó toda su fortuna a su ciudad natal para fomentar la educación de la juventud. Este gesto monumental se materializó el 7 de mayo de 1840, durante la presidencia de Juan José Flores, con la fundación del Colegio San Vicente, que comenzó a funcionar dos años después, consolidándose como un símbolo de progreso y aprendizaje en la región.

Con el paso de los años, el colegio evolucionó, convirtiéndose en Instituto Técnico Superior en 1980, luego en Instituto Tecnológico en 1996 y, finalmente, en 2012, como Unidad Educativa Vicente León, que abrió sus puertas a estudiantes de ambos géneros. Este lugar, más que un simple establecimiento educativo, representa la concreción de un sueño de su benefactor: ofrecer oportunidades a la juventud latacungueña.

Entre los bienes que formaban parte del legado de Vicente León, destacaban las propiedades de Laigua y Mulaló, extensos terrenos que fueron donados para el desarrollo de proyectos educativos. En ellos, de acuerdo a las necesidades de la provincia y siguiendo la voluntad original del filántropo, debía establecerse la Universidad Vicente León, un proyecto ambicioso que habría convertido a Latacunga en un epicentro de educación superior en la región central del Ecuador.

Sin embargo, ese sueño fue truncado por una decisión que marcó un antes y un después en la historia de la provincia. En un acto que muchos consideran una traición a la memoria de Vicente León y a los intereses de Latacunga, las autoridades educativas de aquel entonces optaron por vender estas propiedades a las fuerzas armadas.

La venta de los terrenos de Laigua y Mulaló no solo significó la pérdida de un espacio destinado a la educación superior, sino que, en un giro irónico y desafortunado, en uno de esos terrenos se construyó posteriormente una cárcel. Esto convirtió lo que debía ser un espacio de desarrollo intelectual y formación profesional en un lugar asociado con reclusión y conflicto social.

La decisión de vender las propiedades no solo desvirtuó la voluntad de Vicente León, sino que también privó a la juventud latacungueña de una oportunidad invaluable de contar con una universidad que habría impulsado la economía, la cultura y el conocimiento en la región. En su lugar, quedó una cicatriz en la memoria colectiva de Latacunga, recordándonos cómo decisiones mal pensadas pueden cambiar el rumbo de una provincia.

El impacto de esta decisión ha sido devastador en múltiples aspectos:

  1. Pérdida de una oportunidad educativa: Una universidad habría ofrecido formación superior a miles de jóvenes, evitando la migración hacia otras ciudades para estudiar.
  2. Aumento del desempleo: Una universidad habría dotado de habilidades a la juventud, para el desarrollo laboral, la innovación y el emprendimiento.
  3. Daño al legado histórico: La voluntad de Vicente León fue ignorada, desvirtuando su visión filantrópica.
  4. Impacto negativo en la comunidad: La construcción de una cárcel ha generado tensiones y preocupaciones entre los habitantes de Latacunga, asociando la zona con inseguridad en lugar de desarrollo.

Este caso debe servir como una advertencia para las generaciones presentes y futuras. Respetar el legado de nuestros benefactores y tomar decisiones que prioricen el bienestar común por encima de intereses momentáneos es una responsabilidad que recae en todos, pero especialmente en nuestras autoridades.

Latacunga merece una rectificación de este tipo de errores históricos. Recuperar el espíritu de Vicente León, invirtiendo en proyectos que promuevan la educación, debe ser un compromiso ineludible. Aunque no se puede revertir el daño causado, aún se puede honrar su memoria con iniciativas que rescaten el sentido original de su legado. La peor decisión para una provincia no es solo la que se toma, sino la que deja de tomarse. Es momento de aprender del pasado y actuar con visión y compromiso para que Latacunga recupere el lugar que siempre debió tener: un centro de excelencia educativa en el corazón del Ecuador.

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