Los latacungueños somos el resultado de un crisol de culturas y tradiciones que nos han forjado como un pueblo resiliente, creativo y lleno de historia. Nuestra identidad hunde sus raíces en la tierra fértil que nuestros antepasados panzaleos cultivaron con esfuerzo y sabiduría. Ellos, con sus manos labradoras, hicieron florecer los campos de maíz y papas, asegurando la subsistencia de su pueblo y dejando un legado de conexión con la naturaleza y la tierra que todavía sentimos vivo en nuestro corazón.
La llegada de los incas a nuestra región trajo consigo un nuevo idioma y costumbres que se integraron a nuestra identidad. Sus enseñanzas, formas de organización y sabiduría se fusionaron con nuestras tradiciones locales, formando un espíritu colectivo que aprendió a adaptarse y fortalecerse con cada cambio.
Con la conquista española, nuestras mentes comenzaron a explorar el racionalismo de la cultura occidental, adoptando nuevas formas de pensamiento, lenguaje y religión. Este mestizaje cultural no solo transformó nuestra forma de vida, sino que también sembró las bases de la sociedad que hoy conocemos. Sin embargo, los latacungueños jamás perdimos nuestra esencia, manteniendo un espíritu combativo y un profundo amor por la libertad.
Ese espíritu se hizo evidente un 11 de noviembre de 1820, cuando las manos de nuestros valientes antepasados nos llenaron de orgullo al conquistar la independencia. En aquel día glorioso, Latacunga tomó las riendas de su destino, marcando un hito en nuestra historia que aún celebramos con fervor.
Nuestra ciudad también es el reflejo de la generosidad y el altruismo de grandes personajes que marcaron su devenir. Un filántropo, cuya visión trascendió el tiempo, donó sus haciendas para establecer un colegio que se convertiría en el pilar educativo de la ciudad y la provincia, iluminando generaciones con el conocimiento y la esperanza de un mejor futuro. Por otro lado, una dama de espíritu noble fundó la Cruz Roja Internacional, demostrando que la compasión y el servicio son valores profundamente arraigados en nuestra comunidad.
Latacunga ha sido y sigue siendo cuna de educadores, científicos y escritores, poetas y militares, filántropos y sabios. Cada uno de ellos ha contribuido a moldear nuestra identidad como un pueblo de esfuerzo y excelencia. Somos herederos de una rica tradición que combina la fuerza del trabajo agrícola, la sabiduría ancestral, el pensamiento occidental y el espíritu libertario.
Ser latacungueños significa llevar en el corazón una historia llena de desafíos y triunfos, pero también una responsabilidad: honrar a quienes nos precedieron y seguir construyendo un futuro de grandeza y solidaridad para nuestra ciudad y su gente. Así somos, y así nos reconocemos, como hijos de esta tierra ejemplar.