Reflexión sobre los Homenajes de la Sociedad Civil a Militares

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Los homenajes y condecoraciones representan un reconocimiento simbólico a las personas que, por sus méritos, han contribuido significativamente al desarrollo de una comunidad, una institución o una nación. Sin embargo, surge una pregunta que merece un análisis crítico: ¿es adecuado que la sociedad civil condecore a militares únicamente por su condición profesional?

Hace algunos años, durante una reunión con distinguidas damas de la provincia de Cotopaxi, se mencionó que el mejor profesional que había tenido la provincia era un militar. Intrigado por la afirmación, cuestioné esta postura al destacar que la provincia ha contado con otros profesionales más destacados en distintos campos. Además, el militar al que hacían referencia no era precisamente un estratega laureado o un héroe de guerra, sino un oficial en servicio pasivo que trabajaba como jefe de seguridad para cierta compañía y había recibido buenas utilidades. Este episodio me llevó a reflexionar sobre cómo, en ciertos contextos, se idealiza la figura militar más allá de sus aportes reales a la sociedad.

Mi experiencia como profesor en la Escuela Militar Bernardo O’Higgins en Chile y como consultor en la Escuela Militar Superior Eloy Alfaro de Ecuador me permitió analizar de cerca la formación que reciben los militares. Aunque esta formación tiene virtudes como la disciplina y el entrenamiento físico, adolece de debilidades en el desarrollo de habilidades cognitivas superiores, como el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de análisis profundo.

En estas instituciones, la educación está más centrada en aspectos operativos y físicos que en materias relacionadas con el conocimiento teórico, científico o cultural. Esto limita, en muchos casos, el perfil de los oficiales como profesionales completos y preparados para enfrentar retos complejos fuera del ámbito militar. Por esta razón, considero que condecorar a un militar únicamente por su carrera profesional resulta cuestionable, especialmente cuando no se han destacado en un ámbito más amplio que trascienda su rol institucional.

Un punto particularmente delicado es el homenaje a militares que han participado en rupturas constitucionales o violaciones de derechos humanos. A lo largo de la historia del Ecuador, hemos sido testigos de cómo sectores militares han liderado golpes de Estado o acciones represivas que han atentado contra el orden democrático y las libertades fundamentales. Reconocer y condecorar a figuras vinculadas a estos hechos no solo es un error, sino que envía un mensaje de validación de actos contrarios a los principios democráticos y los derechos humanos.

Hacer un homenaje a militares en estas condiciones es ignorar el daño que dichas acciones han ocasionado en la sociedad. El verdadero reconocimiento debe reservarse para aquellos profesionales, civiles o militares, que han contribuido al bienestar colectivo, al desarrollo de sus comunidades o a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

Dicho esto, no me opongo a que se rindan homenajes a militares en ciertos casos específicos. En una reciente visita a San José de Poaló, en la provincia de Cotopaxi, me llamó profundamente la atención que en el parque central de la parroquia había dos estatuas erigidas en honor a dos soldados de la localidad que ofrendaron su vida en la Guerra de Paquisha. Estos jóvenes, provenientes de familias humildes, entregaron lo único que tenían: su vida.

A estos héroes anónimos, que lucharon con valentía por el país en condiciones adversas, sí se les debe rendir tributo. Su sacrificio es un ejemplo de entrega y amor por la patria que merece ser recordado y honrado. Este tipo de homenajes no solo es legítimo, sino necesario para mantener viva la memoria de quienes han dado todo en situaciones extremas, como la defensa de la soberanía nacional.

En lugar de rendir homenajes indiscriminados, considero que la sociedad debería priorizar el reconocimiento de aquellos ciudadanos que han engrandecido sus comunidades a través del esfuerzo, la visión y el compromiso. Profesionales, emprendedores, académicos, artistas, líderes sociales y autoridades que han dejado una huella positiva y merecen condecoraciones y monumentos que celebren sus contribuciones.

La provincia de Cotopaxi, como tantas otras en Ecuador, cuenta con innumerables ejemplos de personas que han dedicado su vida a mejorar su entorno y el bienestar colectivo. Es a estos individuos —y no exclusivamente a una figura militar— a quienes debemos condecorar y honrar, reconociendo el impacto real y tangible de sus acciones.

Los homenajes son actos cargados de simbolismo y significado, y su concesión debe ser cuidadosamente analizada. Condecorar a un militar por el simple hecho de serlo carece de fundamento, salvo que sus acciones trasciendan el ámbito profesional y hayan representado una contribución significativa para la sociedad. Es necesario redirigir nuestros reconocimientos hacia quienes han demostrado compromiso con los valores democráticos, los derechos humanos y el desarrollo de sus comunidades. En este sentido, aquellos militares que han participado en guerras defendiendo la soberanía del país, como los héroes de San José de Poaló, merecen ser recordados con orgullo y gratitud. Pero para los demás casos, el homenaje debe reservarse para quienes, desde cualquier ámbito, han contribuido con su talento, esfuerzo y visión a una provincia de Cotopaxi mejor.

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