En una reciente reunión de representantes de la educación superior del país, el directivo de una prestigiosa institución de la ciudad de Quito tuvo la desfachatez de referirse a la provincia de Cotopaxi “que tiene como futuro el fracaso”, refiriéndose a la polarización que en cuestión social tiene la provincia. Inmediatamente tomé la palabra y aclaré que estaba totalmente equivocado, las razones expongo en este artículo.
La provincia de Cotopaxi, situada en la región central de Ecuador, es un reflejo de los desafíos sociales y económicos que enfrentan muchas regiones andinas. Su composición demográfica, con una alta proporción de población indígena y rural, revela profundas desigualdades históricas y estructurales. Comprender la situación actual de la provincia requiere un análisis que conecte sus estructuras sociales, económicas y culturales con el contexto más amplio de exclusión histórica, colonialidad del poder y dinámicas globales.
Cotopaxi, como otras regiones indígenas de Ecuador, ha sido marcada por la exclusión sistemática de sus poblaciones indígenas y afrodescendientes. Desde el periodo colonial, estas comunidades han enfrentado barreras económicas, educativas y políticas, que las han relegado a los márgenes del desarrollo. El concepto de colonialidad del poder, propuesto por el sociólogo peruano Aníbal Quijano, permite entender cómo las estructuras económicas y sociales globales han perpetuado estas desigualdades. La herencia colonial no solo persiste en la distribución desigual de recursos, sino también en la marginación cultural y simbólica que invisibiliza los saberes y las cosmovisiones indígenas.
El acceso desigual a la educación es uno de los factores centrales que perpetúa las brechas sociales en Cotopaxi. Según teorías como las de Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, el sistema educativo no solo reproduce las desigualdades de clase, sino que legitima las jerarquías sociales al convertir el capital cultural dominante (como el idioma español y los conocimientos técnico-científicos ajenos al contexto local) en un requisito para la movilidad social.
En Cotopaxi, una proporción significativa de la población indígena habla quichua como lengua materna, lo que dificulta el acceso a un sistema educativo diseñado principalmente para hablantes de español. A esto se suman barreras geográficas, ya que muchas comunidades están alejadas de los centros educativos, y económicos, pues los altos niveles de pobreza dificultan la continuidad educativa, especialmente para las mujeres y los jóvenes indígenas.
Aunque en Ecuador se han implementado políticas de educación intercultural bilingüe, estas no siempre se aplican de manera efectiva en Cotopaxi. Esto perpetúa el racismo estructural y la invisibilización de las culturas indígenas y afrodescendientes, dificultando el empoderamiento de estas comunidades y su participación en procesos de desarrollo económico y social.
La economía de Cotopaxi está marcada por una estructura extractivista y agroexportadora que ha beneficiado históricamente a las élites nacionales e internacionales, mientras que las comunidades indígenas han quedado relegadas a actividades de subsistencia. Este fenómeno se puede analizar desde la perspectiva de la teoría de la dependencia, que explica cómo las regiones periféricas, como Cotopaxi, son explotadas en beneficio de centros de poder económico.
El modelo económico de Cotopaxi se basa en la exportación de productos agrícolas como flores, papas y lácteos. Sin embargo, la mayor parte de los beneficios de esta economía no se distribuye equitativamente entre los pequeños productores. La mano de obra indígena, históricamente explotada en haciendas, continúa enfrentando salarios bajos, condiciones laborales precarias y limitada capacidad para acceder a mercados más justos.
En las comunidades indígenas, gran parte de la actividad económica aún se basa en la agricultura de subsistencia. Si bien estas prácticas son fundamentales para la seguridad alimentaria local, carecen del apoyo técnico y financiero necesario para mejorar la productividad y adaptarse a los retos del cambio climático.
El desarrollo de Cotopaxi requiere una estrategia integrada que aborde tanto las desigualdades estructurales como las oportunidades emergentes en un mundo globalizado, expertos proponen algunas líneas de acción como las siguientes:
1. Fortalecimiento de la identidad cultural
Es crucial reconocer y valorar los saberes ancestrales, como las prácticas agrícolas sostenibles y las cosmovisiones indígenas. Estas prácticas no solo son esenciales para la preservación cultural, sino que también ofrecen soluciones sostenibles frente a problemas como la crisis climática. Incorporar estos conocimientos en los planes de desarrollo puede diversificar la economía rural y aumentar la resiliencia de las comunidades.
2. Educación de calidad y equidad
Un sistema educativo de calidad y equidad para la educación intercultural bilingüe, junto con la enseñanza de competencias técnicas globales, puede empoderar a las comunidades indígenas para participar activamente en la economía contemporánea sin perder su identidad cultural. Esto también implica invertir en infraestructura educativa, capacitar a docentes en pedagogías interculturales y garantizar la inclusión de contenidos que reflejen las tradiciones y valores locales.
3. Integración global con justicia económica
Cotopaxi tiene el potencial de acceder a mercados internacionales bajo modelos de comercio justo, como el de productos orgánicos y artesanías tradicionales. Para ello, es necesario crear cadenas de valor que beneficien directamente a los productores locales, eliminando intermediarios y garantizando precios justos.
4. Protección ambiental
El desarrollo económico de Cotopaxi debe ser sostenible. La implementación de prácticas agrícolas regenerativas, la reforestación y la protección de ecosistemas locales son esenciales para preservar los recursos naturales y culturales de la provincia. Este enfoque también puede atraer financiamiento ambiental y fortalecer el ecoturismo como fuente de ingresos.
5. Fortalecimiento de las políticas públicas
Es fundamental diseñar políticas públicas que sean inclusivas y participativas. Los gobiernos locales deben trabajar de la mano con las comunidades para garantizar que las inversiones en infraestructura, educación y desarrollo económico respondan a las necesidades y prioridades locales.
La provincia de Cotopaxi debe demostrar que el desarrollo no puede limitarse a un crecimiento económico que perpetúe las desigualdades estructurales. Es necesario un enfoque integral que combine justicia social, sostenibilidad ambiental y respeto por la identidad cultural. Esto implica invertir en educación inclusiva, equitativa y de calidad, promover un modelo económico que beneficie a las comunidades marginadas y garantizar la participación de las poblaciones indígenas y afrodescendientes, y en la toma de decisiones.
Cotopaxi tiene un gran potencial para transformarse en una provincia modelo de desarrollo sostenible e inclusivo. Sin embargo, lograr este objetivo requiere un compromiso colectivo de todos los actores involucrados: comunidades, gobiernos, empresas y organizaciones internacionales. Solo así se podrá superar la exclusión histórica y construir un futuro más equitativo y próspero para todos.