Mi experiencia en Washington D.C. fue un capítulo único de aprendizaje y descubrimiento, cortesía de un curso financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Este programa, dirigido a funcionarios de institutos de evaluación de la región, ofrecía formación intensiva en modelos jerárquicos lineales (HLM) y teoría de respuesta al ítem (IRT), herramientas fundamentales para las evaluaciones educativas a gran escala. Fue un privilegio compartir esta experiencia con expertos de renombre mundial y colegas de todo el continente, desde Canadá hasta Argentina.
El curso, al que asistí junto con Harvey Spencer, fue una inmersión profunda en metodologías avanzadas. Los conferencistas, figuras destacadas en la estadística aplicada y la educación, presentaron casos prácticos y teorías que ampliaron mi perspectiva profesional. La interacción con colegas de distintos países fue igualmente enriquecedora; cada conversación era una oportunidad para entender los retos y logros en los sistemas educativos de la región.
Más allá del curso, aprovechar las bibliotecas del área de Washington fue otra experiencia extraordinaria. Explorar sus colecciones, especialmente en áreas como la evaluación educativa y la estadística, fue un deleite para alguien con mi pasión por el aprendizaje continuo.
Llegué unos días antes y extendí mi estadía algunos días más para conocer la costa este de Estados Unidos. En mis paseos en bicicleta, recorrí los monumentos emblemáticos de Washington D.C., desde el Lincoln Memorial hasta el Capitolio, y disfruté de la rica historia que emana cada esquina. También pude entrar a la Corte Suprema durante un juicio de gran interés nacional, donde se discutía la imposibilidad de patentar partes del cuerpo humano. Ser testigo de un debate de tal relevancia en una institución tan icónica fue una experiencia profundamente inspiradora.
Uno de los momentos más memorables fue mi visita a la Universidad Johns Hopkins, específicamente al Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial en Baltimore. Este centro controla las operaciones de los observatorios espaciales Hubble y James Webb, verdaderas joyas de la exploración cósmica. Mientras buscaba la biblioteca, terminé accidentalmente en la sala de control, donde conocí a un doctorando que estaba realizando espectros de galaxias tipo Seyfert.
Mi entusiasmo por la astrofísica debió ser evidente, porque me invitó a realizar algunas tomas de espectros. Fue un momento único: manejar un instrumento clave de una misión que ha costado 16.000 millones de dólares, casi el presupuesto anual de un país pequeño como El Salvador. Aquella experiencia fue un sueño hecho realidad para alguien con mi pasión por el universo y la tecnología.
Mi estadía en Washington D.C. no solo me enriqueció académicamente, sino que también me permitió sumergirme en una ciudad que combina historia, cultura y modernidad. Cada rincón visitado, cada conversación sostenida y cada dato aprendido contribuyó a mi crecimiento personal y profesional.
Desde las aulas del curso sobre HLM e IRT hasta las salas de control del Hubble, esta experiencia fue un recordatorio de lo inmenso que es el mundo del conocimiento y de las oportunidades que se abren cuando uno persigue sus pasiones con determinación. Washington D.C., con su arquitectura, su historia y sus instituciones de renombre, dejó una marca imborrable en mi vida.