En la lucha constante por proteger a las comunidades que viven bajo la sombra del imponente Cotopaxi, la red Volcán Cotopaxi ha logrado un avance significativo: conseguir que las alarmas de emergencia se activen de forma automática ante la confirmación de una erupción inminente. Este logro no solo representa un hito para la seguridad de las familias que habitan las faldas del volcán, sino también un testimonio del compromiso de esta red con la protección de vidas humanas y animales.
Sin embargo, a pesar de este importante avance, persiste una preocupación fundamental: la ineficiencia de los protocolos de evacuación vigentes. Actualmente, si un técnico del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG-EPN) detecta la posibilidad de lahares, debe primero comunicarse con el Director del Instituto, quien a su vez verifica la actividad del volcán y alerta al sistema 911 en Quito. Es este organismo el encargado de notificar a los alcaldes de las ciudades aledañas, quienes tienen la única autoridad para dar la orden de evacuación mediante la policía y los bomberos.
Este proceso, que involucra múltiples pasos y autoridades, puede tomar entre 25 y 30 minutos. En el caso de una erupción del Cotopaxi, este retraso es un lujo que las comunidades no pueden permitirse. Las personas que viven cerca del volcán, muchas de ellas dependientes de sus animales como sustento, necesitan tiempo para movilizarse y proteger tanto sus vidas como su patrimonio.
El logro de las alarmas automáticas es un paso adelante, pero también resalta la necesidad urgente de revisar y optimizar los protocolos de evacuación. La red Volcán Cotopaxi, con su experiencia y conexión directa con las comunidades afectadas, ha demostrado ser un actor clave en este proceso. Su capacidad de articular esfuerzos y visibilizar las necesidades de la población debe ser aprovechada para impulsar cambios que reduzcan los tiempos de respuesta y aumenten las posibilidades de salvaguardar vidas.
El esfuerzo de la red Volcán Cotopaxi no termina aquí. Este hito debe ser el inicio de un trabajo más amplio y colaborativo entre las autoridades, los organismos de emergencia y la sociedad civil. Garantizar que las alarmas automáticas se complementen con protocolos más ágiles y efectivos es una tarea impostergable.
La historia del Cotopaxi nos ha enseñado que su actividad puede ser impredecible, pero también que la preparación y la información son nuestras mejores herramientas. En memoria de las vidas perdidas en el pasado y en nombre de las generaciones futuras, debemos seguir avanzando. Que el trabajo incansable de la red Volcán Cotopaxi inspire a todos a unir fuerzas por un futuro más seguro y resiliente.