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Nacido en Latacunga el 28 de noviembre de 1890, Leonardo Aníbal Semanate Valladares —más tarde conocido como Alberto Domingo Semanate Valladares— destacó desde niño por su inteligencia y dedicación, aunque enfrentó una vida marcada por la adversidad. Quedó huérfano de padre a temprana edad, y en medio de la pobreza, cursó la primaria con los Hermanos Cristianos en Latacunga. Fue su tío, un sacerdote dominicano, quien lo guio hacia el convento de Quito, donde iniciaría un camino extraordinario, aunque lleno de retos.

En 1911, Semanate viajó a Bruselas para estudiar Física y Matemáticas en la prestigiosa Universidad Católica de Lovaina. Ordenado sacerdote en Amberes en 1913 adoptó el nombre de Alberto Domingo en homenaje a Alberto Magno y Santo Domingo de Guzmán. Su sed de conocimiento lo llevó a doctorarse en Filosofía, Teología, Física y Matemáticas, acumulando títulos en Europa y hablando fluidamente varios idiomas. A los 30 años regresó a Ecuador, un país que no estaba preparado para su modernidad científica ni para sus ideas avanzadas.

A pesar de las limitaciones del entorno, Semanate dejó huellas profundas. Fue pionero en el estudio de teorías físicas como la relatividad de Einstein, aunque se posicionó con cautela para no contradecir la ortodoxia católica de su tiempo. En conferencias, ensayos y publicaciones, buscó armonizar la ciencia con la fe, enfrentándose al pensamiento conservador dominante. Su obra más notable, En los surcos de la ciencia, sintetiza su profundo conocimiento y su capacidad para anticipar descubrimientos como el del planeta Plutón.

Semanate también contribuyó al desarrollo de la Geología y Sismología en el país, dejando numerosos estudios y escritos sobre estos campos. Sin embargo, su salud se deterioró con el tiempo, y su genio se vio sofocado por las rígidas expectativas religiosas y sociales de su contexto.

Falleció en Quito el 27 de junio de 1958, dejando un legado de conocimiento y una vida que simboliza la lucha entre el genio individual y las limitaciones de su época. Semanate fue, sin duda, un pionero, cuyo potencial pleno solo pudo vislumbrarse, pero no alcanzarse completamente en un medio que no supo valorarlo.

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