Todos esperamos que el año nuevo nos regale paz, salud y felicidad a la familia, amigos y en general a la sociedad ecuatoriana. Los buenos deseos llevan implícito un sentimiento humano de bondad, de buena vibra y se entiende bien intencionado. Siempre aspiramos que el año nuevo sea mejor que el anterior, a pesar de que ha sido muy complicado y difícil para la generalidad de la gente en lo social, económico y político. No hay familia que no haya sufrido algún tipo de acto violento de parte de la delincuencia. Penosamente en los primeros días del año ya se suman más víctimas.
Este 2024 será particularmente de expectativas. El país requiere transitar por un mejor sendero, sobre el que queremos llegar a puerto seguro; debemos exigirnos más esfuerzo y trabajo, procurando acuerdos que sirvan para estructurar una verdadera institucionalidad que brinde seguridad jurídica. Es imperativo contar con la estructura judicial robusta y profesional que evite tanta impunidad y desaliente tanta delincuencia que agobia a la sociedad. Las preguntas para la consulta que se han anunciado no parecen ser suficiente y contundentes para solucionar los problemas estructurales. Nada se pregunta sobre reformas laborales, por ejemplo.
Es altamente previsible que presenciaremos medidas duras – ciertamente necesarias-, para solventar las carencias económicas del gobierno. Si la gente votó porque no se explote en el Yasuní, se supone entonces que estará anuente a que se tomen acciones para encontrar los recursos que lo compensen; caso contrario no saldremos adelante y seguramente estaremos condenados a seguir endeudando al país, con las consecuencias que ello trae consigo.
Estas medidas deben contemplar el mecanismo más eficaz posible para focalizar el subsidio a los combustibles, atenuar los focos delincuenciales que conspiran en contra de la seguridad de los ecuatorianos, procurar reformas legales para generar trabajo, y conseguir que venga la inversión extranjera, dotándola de suficientes garantías. En fin, hay mucho trabajo por delante que tiene este gobierno, para abrigar días mejores para el Ecuador y no seguir marchando hacia un destino de caos, paso previo al desorden social e incluso anarquía.
De ahí que gobernar procurando cambios duros pero indispensables, y, al mismo tiempo, pensar en las elecciones del 2025, resulta imprudente y contradictorio por decir lo menos: o se es presidente o se es candidato. No es compatible las dos cosas a la vez. Ahora bien, si resuelve adoptar las medidas económicas indispensables para allanar el camino hacia un mejor porvenir -que un verdadero estadista lo haría-, el pueblo sabrá reconocerlo y se consagrará como un verdadero líder.
En todo caso, permitámonos también soñar por mejores días; abriguemos la esperanza de que este 2024 sea la oportunidad que necesitamos para salir adelante; soñar no cuesta nada y es parte de la condición humana: encierra aspiraciones, deseos de bienestar, esperanza y reivindicaciones, pero al propio tiempo es clave que todos pongamos de parte, en el entendido de que “el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños” (Eleanor Roosvelt).
Un feliz año para todos ustedes, queridos lectores.