Cuando inició el Ecuador Republicano, los Mandatarios eran elegidos en una Asamblea, desde la primera reunida en Riobamba, dónde fue elegido el venezolano, Juan José Flores Aramburu (que cambio el orden de sus apellidos), siendo el primero y más joven de nuestra historia.
Flores “varillo” bien y se casó con una dama de la alta aristocracia quiteña: Mercedes Jijon Vivanco (uno de sus hijos fue Presidente -y alumno del colegio Vicente León).
Lo cierto es que la democracia demoró en ser comprendida en la naciente Nación.
El Presidente Espinosa fue el primero en ser “elegido” democráticamente, eran tiempos de García Moreno, a quien le asesinaron cruelmente, dónde Faustino Rayo supuestamente lo mató por asuntos de faldas, cosa errada, pues su asesinato se venía tramando algunos años atrás, su causa judicial lo dice todo (que fue publicada por la Sra. Grecia Vasco de Escudero años atrás).
Llegan los liberales e inauguran el fraude (por lo menos, más público y evidente), recordemos que el Viejo Luchador nunca ganó elecciones como hoy las conocemos.
Inicia el siglo XX y hasta la milicia acudía a las urnas en más de una ocasión en favor de los liberales.
Pues Alfaro habría pronunciado algo parecido a: “como vamos a perder en las papeletas, lo que hemos ganado con las bayonetas”, su razonamiento es para mí, simplemente respetado.
El innombrable asesinato de Alfaro y sus lugartenientes, es el primer crimen repudiable del siglo XX, dónde intervinieron, no solo sus enemigos, sino además el gran populacho enardecible, dónde hasta se habrían exhibido sus intimidades en una espada por una dama populachera latacungueña.
A Alfaro lo mata un latacungueño: el cochero José Cevallos Terán (lo bautizo en Manabi el latacungueño Cayetano Ramirez Fita) es decir recibió la vida y la muerte por latacungueños.
Los fraudes liberales habrían sido combatidos por el Dr. Velasco Ibarra, quien entra en escena pública nacional hacia 1933.
Los candidatos de los años cuarenta y cincuenta, tenían una votación significativamente menor, que aquellos de treinta años atrás, si que habían cosas raras.
Hasta cuándo se fundó el Tribunal Supremo Electoral en 1947, el fraude tuvo otros protagonistas, es decir, cambió de domicilio por decirlo así.
Los ecuatorianos no estaban obligados a votar, es más, podían recoger papeletas de otros ciudadanos, amigos o familiares y ubicar en una ánfora los votos reunidos de “buena fe”.
Los indígenas y los analfabetos no votaban, pero pasadita la mitad del siglo XX, los traían de las altas tierras serranas para votar por el candidato respectivo.
Pero todavía la palabra “democracia” no estaba cocinada y entendida en el Ecuador del siglo XX, los intereses regionales y personales estaban a la orden del día.
A momentos se elegían los presidenciables y los vicepresidenciables por separado, recordemos que el Vicepresidente del Dr Velasco Ibarra, no era precisamente su binomio, se trataba del Dr. Zabala Baquerizo.
Las elecciones eran motivo de elevados debates, que por lógica, provocaban enfrentamientos entre los partidarios, que luego del segundo cuarto del siglo XX, eran de los partidos: conservador, liberal, socialista y comunista.
Cada partidario defendía a su candidato, como era lógico, pues los creían “la mamá de Tarzán”, los únicos que tenian la solución a los problemas del país, en fin, todos tenían y mantenían sus razones.
Los diputados de aquellos años, dejaban en evidencia su poder en la oratoria, cada uno, mejor que otro, eran “señores contendientes”, basta leer la revista “La Calle” para darnos plena cuenta, de lo valioso y hasta “divertido” era enterarse de las denuncias de corrupción, robo, atracos, violación a la constitución (la más vejada en nuestra historia).
A un adversario hasta le enrostraron excremento humano, y su foto fue portada de la revista citada. Que tiempos aquellos, duros, difíciles y hasta incomprensibles, pero nada parecido a lo que el Ecuador vive hoy.
Vienen tiempos contemporáneos, y las votaciones y sus sistemas se modernizaban, llegó la tecnología, la computación y los fraudes de tiempos de don Eloy, quedaron atrás y “entraron en los sistemas computacionales” dónde el común de los mortales confía en la autoridad.
La voluntad popular es irrespetada y hasta votan los muertitos, en fin, la democracia a inicios del siglo XXI, ni con libros, ni con leyes y normas, logra entronizar en el cerebro de muchos ecuatorianos, es más, a algunos políticos les conviene mantenerlos invulnerables intelectualmente, pues solo así se los puede manipular para ganar en las urnas.
Los asesinatos políticos, han sido motivo de repudio y satisfacción en los candidatos, algunos felices porque habrían conseguido su macabro interés, y otros (la mayoría) indignados, porque la miseria humana tiene tintes de cierta cotidianidad, es duro decirlo, pero es una amarga verdad, que duele mucho digerirla.
Votación, fraude, muerte, rencor, indignación, pero también valentía es parte de nuestro Ecuador en este primer cuarto del siglo XXI.
Con afecto
Paul García Lanas