El presidente de la República, Daniel Noboa, en ejercicio de sus facultades constitucionales, ha convocado a consulta popular y referendo. Formalmente, ha planteado 4 consultas. La más importante es, sin duda, la convocatoria a una Asamblea Constituyente que, como en otras ocasiones, puede reformarla de manera íntegra, si así lo consideran la mayoría absoluta de los legisladores. Además, el texto aprobado deberá ser ratificado por mayoría de votos en consulta popular para entrar en vigencia. Estos son los “candados” que el $$XXI colocó deliberadamente para que no sea tocada su obra maestra y siniestra que debía vivir 300 años.
De aprobarse la convocatoria para construir una nueva constitución, serían irrelevantes las demás preguntas, pues estará implícita la facultad de resolver los tres temas en el nuevo texto. La importancia de una nueva constitución radica en que es ahí donde se marca el rumbo del país, al menos durante el tiempo que se mantengan en vigencia, en promedio 10 años, hasta que el pueblo ecuatoriano apruebe una nueva revisión. Y es necesario tener claro que el rumbo marcado en la constitución de Montecristi, provino de la Madre Patria, de inspiración del naciente grupo radical Podemos, en una versión distorsionada del socialismo tradicional, contaminado con populismo y diseñado para sostenerse en la corrupción. Evidenciado en Venezuela, Nicaragua, Argentina y Bolivia.
Han transcurrido 17 años de la vigencia de este experimento político. Es suficiente tiempo para evaluar los resultados de los cambios de fondo que se propusieron. Nos impusieron dos nuevos poderes; el Consejo de Participación Ciudadana, ejemplo tétrico de abuso de poder y corrupción. El eterno Consejo Nacional Electoral demostró en Venezuela lo que es capaz de hacer. Se monopolizó la generación de energía, comunicaciones, minerales, hidrocarburos, recursos hídricos, biodiversidad y recursos forestales. Se metió mano a la justicia. No se establecen condiciones atractivas para la inversión extranjera.
La constitución vigente es un ejercicio de demagogia y populismo. Las palabras “garantizar” y “derechos” se repiten “n” veces a lo largo de 444 inmanejables artículos. Se “reconocen” derechos de toda clase y se “garantiza” su cumplimiento. De la lectura de esta oda a la fantasía, cualquier ciudadano estaría feliz de vivir en un país que le garantiza tantas maravillas. Pero la realidad es muy distinta. “Yo te ofrezco. Busca quien te dé” es un refrán que grafica la triste realidad detrás de tanta verborrea plasmada en papel. Hemos pasado los últimos años reclamando nuestros derechos, echando la culpa al mandatario de turno, sin aceptar que no existen recursos para que se hagan realidad en las condiciones que está la economía ecuatoriana.
Es que, la realidad es hemos pasado los 50 años de petroleros gastando los insuficientes ingresos a conveniencia de los poderes de turno, pero poco o nada se ha logrado para que crezca la economía en la misma proporción. Todas las ofertas demagógicas de prestación de servicios, se traducen en dinero. Para incrementar los ingresos, debe crecer el aparato productivo que genera empleo, divisas, impuestos, capacidad adquisitiva, etc. y hacer rotar la rueda del crecimiento. Para esto, hay que atraer capitales que dinamicen todos los sectores potenciales, por muchos años.
El Estado debería abandonar todas las actividades que pueda cumplir el sector privado, a su riesgo y con eficiencia. La constitución, de una manera clara y directa, sin pretender normar lo que corresponde a leyes inferiores, debe marcar un NUEVO RUMBO hacia el progreso. Deben ponerse las bases para un crecimiento sostenible con el tiempo y adecuadas al competitivo mundo actual. Deberían eliminarse todos los ejercicios demagógicos y reemplazarlos por propuestas pragmáticas, realistas y alcanzables. Una norma a nuestra medida.
¡BASTA DE DEMAGOGIA!