El “deber ser” de la política se traduce fundamentalmente en el servicio público, contribuyendo al bien común, atendiendo los problemas de la sociedad con ética, responsabilidad, transparencia y honestidad. Dejar de lado intereses personales, secundarios o partidistas es indispensable. Asimismo, es prioritario dedicar esfuerzos conjuntos para llevar adelante programas de beneficio general, resignando espacios para llegar a acuerdos para que se cumplan los objetivos nacionales que se resumen en lograr el progreso armónico, generando empleo y superando obstáculos que los impidan.
Resulta difícil -incluso imposible- que un país progrese si los actores políticos no se ponen de acuerdo en temas fundamentales, de interés general, debido a que cualquier iniciativa que vaya en esa dirección, no serán apoyadas y claro, seguramente boicoteadas. Ejemplos de países de cómo proceder para lograr salir adelante, están el denominado “Pacto de la Moncloa” en España en 1977, y de la “Concertación” en Chile, entre 1990 y 2010 (cinco gobiernos). En ambos casos, los actores políticos coincidieron en el establecimiento de objetivos básicos comunes políticos y económicos que, en el primer caso, significó afianzar la democracia e ingresar a la Comunidad Económica Europea, en 1985; y, en el segundo, permitió el crecimiento económico y la institucionalidad.
En el Ecuador requerimos ponernos de acuerdo para lograr afianza la economía. En estos últimos días se han destacado varios indicadores que dan cuenta de que la economía ecuatoriana da señales de fortalecimiento: reservas internacionales crecieron de 5.658 a 9.406 millones de dólares; el riesgo país disminuyó de 1915 a 694; las exportaciones alcanzaron 27.337 millones y la balanza comercial mantiene un superávit de 4.166 millones; y, por fin la pobreza se redujo en porcentajes apreciables. Si los sectores políticos ven estos datos con sentido de patria, el país podría en pocos años crecer sostenidamente.
Desgraciadamente, estas cifras no son lo suficientemente difundidas por el gobierno: hacerlo, serviría para buscar puntos de coincidencia con sectores de oposición pensando en el largo plazo, y, no menos importante, contribuir a elevar la moral ciudadana. Perú, por ejemplo, tiene problemas políticos de bulto: destituyen presidentes y ministros casi a diario; más, la economía y sus objetivos siguen funcionando, dando como consecuencia un crecimiento sostenido de éste país, otrora afectado por el terrorismo.
Cabe preguntarse, ¿por qué no ponerse de acuerdo en cuestiones vitales para superar los gravísimos problemas del IESS? ¿Qué les detiene para modificar las reglas caducas del código del trabajo y establecer nuevas opciones ocupacionales para la juventud, como la contratación por horas? ¿Por qué no convenir en que se eliminan las barreras existentes para posibilitar la inversión nacional y extranjera? ¿Qué esperan para introducir reformas al Código Orgánico Integral Penal (COIP) para evitar que jueces y fiscales concedan medidas sustitutivas a criminales reincidentes y apliquen la prisión preventiva?
Si la palabra “acuerdo” tiene las mismas letras que Ecuador, entonces tenemos una posibilidad de entendernos, ubicando y situando las prioridades donde el beneficio general lo requiere, sin otra condición que no sea pensar en un país mejor, con objetivos de desarrollo, de bienestar, de justicia, de equilibrio y responsabilidad social. ¿Por qué no intentarlo? Señores políticos: si así lo hacen, sepan que la gente sabrá reconocer sus esfuerzos y patriotismo. No creo que sea difícil. Evitemos lo que santa Marianita de Jesús predijo: “El Ecuador no será destruido por desastres naturales, sino por los malos políticos”.