Las sociedades desde su inicio civilizatorio crearon normas para evitar la anarquía, mantener armonía y avanzar, pero no fue suficiente dadas las actitudes primarias del humano, nació el Derecho como ciencia y permitió mejorar las relaciones.
Esta doctrina fundamentada en la lógica, especializa personas para su aplicación justa y certera en una realidad variable, sin embargo, los principios generales de este conocimiento deben atender nuevas formas de comportamiento en función de los cambios estructurales en la sociedad y es cuando los filósofos deben orientar manteniendo principios de verdad y legitimidad, así pasó el poder del rey al pueblo, reconociéndose derechos para todos que los amparasen ante el poder omnímodo.
Las variables que introducen las “creencias culturales” orientan a que las normas se ajusten a los diferente grupos humanos, manteniéndose principios universales como la protección de la vida, la propiedad, el ecosistema, etc., de tal forma que la norma legal tenga características universales a la vez que particulares con relación a la sociedad en que se aplica.
La norma suprema llamada Constitución busca proteger y garantizar los derechos de todos sin discrimen alguno, sin embargo, el lenguaje tiene connotaciones por lo que requiere precisión lingüística, a pesar de eso siempre habrá diferentes interpretaciones y es donde la duda sobre la “verdad en la ley” comienza a tornarse frágil.
Norberto Bobbio, uno de los tratadistas modernos hace un aporte al acercar la normativa jurídica a la política, como coadyuvante para el buen funcionamiento de las normas en función de los derechos ciudadanos, esto hace pensar si aquí se aplica la ley y la justicia, vemos numerosos operadores del sistema que no son dignos de ejercer funciones, por eso frente a un escenario futuro que busca cambiar la norma fundamental, hay cosas importantes que exigir en los participantes del potencial evento, probidad y conocimiento, sin eso habremos perdido recursos y credibilidad.
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