Secretos del teléfono de un político

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Nada de lo que escuchamos y vemos es cierto dentro de un contexto probabilístico, el nivel de verdad solo da la prueba lógica como: A es idéntica a B siempre y cuando… etc. Así es como contrastamos millones de probabilidades de eventos que ocurren en el tiempo.

Sin embargo, hay cosas tangibles como la silla en que nos sentamos, los demás constructos que aparecen en el transcurso temporal son posibles y algunas veces se tornan evidentes cuando la “información” los concreta.

Los chats copiados del teléfono de un político sacan a flote una verdad que algunos intuían con muchas probabilidades de certeza. Esto confirma que este territorio está gobernado por contados pero poderosos grupos de Guayas y Azuay, que nunca aparecen de frente pero ordenan en todo momento, para ello tienen sus títeres políticos. La realidad lo evidencia, observadores intuitivos lo sabían desde siempre, en el sector petrolero y energético el capo fue un abogado guayaquileño: 40 años de acumular fortuna y conocer las debilidades de todos los actores políticos para darles su parte y ajusticiar a los opositores.

Así funcionamos en el país inacabado que tenemos, cooptado por mafias oligárquicas y las del crimen, cuya presencia no trasciende más allá del círculo de leales súbditos o eventuales filtraciones que el escaso público, que aun lee entrelíneas y comprende la verdad oculta.

Lamentablemente el mundo siempre fue así y si algún idealista propone cambios nunca logrará, porque la ensalada siempre está salada y termina infiltrada por la corrupción subyacente, motivada por las veleidades que el mercado ofrece en la vida, de tal forma que, estamos todos condenados en un círculo que se repite, sin que encontremos un sistema válido para salvarnos.

Nos queda el dolor de saber que nuestra gente deberá explorar el camino al exilio en busca de sobrevivencia, motivación relativa, quizá utópica y dolorosa, dejar atrás todo el paisaje de luz andina, como a conocidos y viejos amigos cuya memoria tiene profundas raíces. Es poco probable que exista un cambio hacia lo positivo, lo único cierto se diluye en la niebla.

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