Corrían los años 1968-1969, era estudiante en el Hospital “Carlo Forlanine” en Roma, perteneciente a la Seguridad Social Italiana, haciendo una maestría en enfermedades del tórax, en ese tiempo se llamaba pasantía. Como yo, existían numerosos estudiantes de todas las diciplinas del saber regados en varias ciudades del territorio italiano, pero en la ciudad de Roma había estudiantes que estaban haciendo doctorados en teología y filosofía en algunos Institutos Superiores de las diferentes órdenes religiosas que conocíamos en el Ecuador, algunos estaban en universidades como la famosa Universidad Gregoriana, de la que había sido rector un prelado ecuatoriano, al que nos referiremos luego.
Entre los estudiantes ecuatorianos, de los muchos que había tanto hombres como mujeres, nos reconocimos con un paisano de la provincia que había sido párroco en Salcedo, en ese tiempo recién graduado de sacerdote que posteriormente sería honrado por sus méritos Monseñor Víctor Corral, de gran labor pastoral en la diócesis de Riobamba, quien fue condecorado con la Orden al Mérito, por continuar con la labor iniciada por Monseñor Leónidas Proaño, llamado el Obispo de los pobres. Con Víctor y muchos otros ecuatorianos los fines de semana nos reuníamos para hacer encuentros campestres en algunos sitios fuera de Roma, recuerdo la última fue en la playa de Ostia en la desembocadura del rio Tíber. En esta ocasión conocimos que la Embajada del Ecuador, nos había citados para conversar de un asunto importante, estaba de secretario el que fue matador de toros ecuatoriano Fernando Traversari “El Pando” y por ese entonces era un diplomático de carrera, quién comunicó y solicitó que lleven el mensaje a otros, con el fin de reunir al mayor número de ecuatorianos que conociéramos para asistir a la ceremonia de imposición del birrete de Príncipe de la Iglesia, y que en representación del Papa actuaba en cada nación, se trataba de Monseñor Pablo Muñoz Vega, nacido en Mira, una población del Carchi, jesuita, sabio y científico, rector de una prestigiosa universidad Italiana, quién era uno de los que iba a ser consagrado en ese Sínodo como el nuevo Cardenal del Ecuador.
Pablo Muñoz Vega sería el segundo cardenal ecuatoriano y era conveniente que en dicha ceremonia esté presente una gran representación ecuatoriana. Con esas indicaciones habíamos convenido encontrarnos en la Iglesia de San Pedro a la hora convenida, bajo la bandera tricolor que previamente nos habían provisto. El punto de encuentro era junto al monumento de bronce de San Pedro, que de tanto besarle ya estaba desgastado en uno de los pies, que estaba a la entrada de la Iglesia.
A la hora fijada ya había como unas treinta personas, entre sacerdotes, monjas estudiantes y conocidos, otros ecuatorianos, entre turistas, personas de la población de Mira, de donde era oriundo Monseñor, muchos feligreses turistas estaban regados en otros lugares, pero que iban sumándose luego a nuestro grupo.
Comenzada la ceremonia, todo era solemnidad, los cánticos religiosos glorificaban al Señor, la muchedumbre de muchos países que asistían a la ceremonia seguía las reglas estrictas de la ceremonia, los delegados o representantes de cada país estaban ocupando ciertas parcelas asignadas, nosotros nos mantuvimos casi al final de la nave central de la Iglesia. El Papa Pulo VI seguía la liturgia y los fieles religiosamente se mantenían en silencio, los cánticos gregorianos seguían como parte de la ceremonia y llego el momento de la consagración de cada uno de los nuevos cardenales de los diferentes países.
Empezó el sacerdote encargado de locutar la ceremonia a llamar al alfabéticamente por países a los diferentes cardenales, comenzó por Alemania, luego Argentina y seguidamente los diferentes países que tenían a sus representantes para ser impuestos el birrete, rompiendo con susurros de alegría y aplausos el silencio y la tensión de fieles.
Se nombró al Ecuador y a su representante Monseñor Pablo Muñoz Vega, iba a ser consagrado como el nuevo Cardenal del Ecuador, la emoción hizo presa de los que estábamos en el grupo, y en la Iglesia de San Pedro se oyó un solo grito de ¡Ecuador, Ecuador, Ecuador!, acompañado de saltitos de alegría, imagínense ustedes el espectáculo provocado. Así se vivió este momento de celebración que no solo emocionó a los ecuatorianos presentes sino a todo un pueblo que busca estos escapes de felicidad.
Años después, cuando monseñor se había retirado le converse de esta anécdota, él no lo sabía y lo que hizo fue sonreír. Hoy comparto con ustedes a propósito de una nueva celebración por el nombramiento del quinto Cardenal ecuatoriano, Monseñor Luis Gerardo Cabrera Herrera, arzobispo de Guayaquil.