Con la expedición del correspondiente decreto ejecutivo, el Presidente de la República ha dado por terminado el traslado temporal de la sede de gobierno, de Latacunga, a la capital de la República. Nuestra ciudad, particularmente su gente, abrió sus puertas y su corazón demostrando su tradicional hospitalidad. Las autoridades municipales y provinciales no estuvieron a la altura del deber, al no exhibir una actitud elemental de respeto y cortesía.
El hecho de haber escogido a la ciudad como lugar para gobernar resulta enaltecedor; sofocar un paro de características violentas -y luego también terroristas-, no era empresa fácil: la medida fue brillante y estratégica. Las experiencias vividas por el Ecuador en 2019 y 2022 fueron de tal manera destructivas, que hacían prever catástrofes parecidas y ameritaba tomar las precauciones y previsiones apropiadas.
La férrea voluntad política del jefe del estado, diferente a la de los anteriores mandatarios, hizo posible que los ecuatorianos volvamos a ejercer el derecho al trabajo, transitar libremente por nuestro único e indivisible territorio para disfrutar de los frutos que provee la tierra. El caos generado por gente violenta no podía continuar. Noboa hizo lo que tenía que hacer: combatirlo firmemente con las herramientas que la ley le otorga.
Con el propósito de actuar en contra de la violencia, era necesario tener previamente una estrategia, la que, junto a la táctica y empleo progresivo de la fuerza, constituyen el motor para disuadir y controlar, evitando tener que lamentar la pérdida de vidas humanas. Por fortuna, gracias al profesionalismo de las fuerzas del orden, solo tuvimos que lamentar muy pocos casos, a diferencia de los que se dieron en los anteriores paros.
Al demostrar gratitud, terminado que fuera el paro, expresó: “Hoy el Ecuador se levanta con dignidad y con fuerza. Y gran parte de esa fuerza está aquí, en Latacunga”: “se convirtió en el corazón del Ecuador”. Añadió: “Hoy cerramos un capítulo con orgullo y gratitud, con la certeza de que siempre volveremos y que Latacunga será eternamente símbolo de dignidad, valentía y fuerza”.
Para nuestra querida Latacunga, la permanencia de la sede del poder ejecutivo en las dependencias de la gobernación de la provincia de Cotopaxi, fue una de las manifestaciones de reconocimiento al apoyo esperanzador que recibiera el presidente, y, a su vez, un importante estímulo para la generación de trabajo. La población lo apoyó, cobijó y defendió a su presidente. Al respecto, concluyó diciendo: “así como ustedes nos defendieron, nosotros los defenderemos siempre”.