¡El servicio exterior, su formación y más!

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Cualquier país que se respete, y consecuentemente sea respetado en el concierto de las naciones, debe dedicar sus mayores esfuerzos para actuar, en el campo de su política exterior, con prudencia, serenidad, coherencia y, sobre todo, velando por sus intereses superiores; para el efecto, exige convocar a sus mejores talentos para cumplir con ésta delicada y sensible tarea, anteponiendo intereses secundarios o de simple coyuntura. Del manejo descuidado en estas cuestiones y sus consecuencias perniciosas, puede dar fe nuestro querido Ecuador a lo largo de su historia.

La diplomacia, aquella manera dinámica de actuar para abrir puertas y tender puentes con inteligencia, cordialidad y sagacidad, es un instrumento del que se valen los gobiernos para negociar, promover su pais, resolver conflictos y establecer acuerdos.

No toda persona, por más inteligente que sea, está en capacidad para afrontar estas tareas: requiere preparación, y formación profesional, que inculque valores, enseñe habilidades y técnicas a quienes ocupen las distintas posiciones de la carrera en el país y en el exterior. Para ello, la Academia Diplomática, que fuera cerrada por Correa y ventajosamente reabierta, cumple esta importante tarea.

Por supuesto que han existido excepciones de algunas personalidades que han sabido desempeñar eficientemente, con honor y dignidad, el cargo ya como ministros de relaciones Exteriores, ya como embajadores. No doy nombres para no excluir a ninguno que cumple estos atributos. Pero en general, debe respetarse la carrera diplomática y no abusar de la denominada cuota política que entiendo puede ser hasta un 20%, según la Ley Orgánica del Servicio Exterior. Los designados deben tener «méritos reconocidos» y «haber prestado servicios relevantes al país». La improvisación trae consigo desengaños, y, se paga por todo tipo de ligerezas en esta materia, resultando imposible reparar los seguros daños colaterales.

Es preciso que se haga prevalecer el profesionalismo y la carrera diplomática por sobre los permanentes compromisos políticos coyunturales y de esta manera velar por la respetabilidad y los intereses supremos de la República. En cuanto al evento realizado hace días en Cuenca, no repararon en la oportunidad de realizarla para asegurar, con la anticipación necesaria, la asistencia de los invitados a la XXIX Cumbre Iberoamericana, y tampoco funcionó el protocolo que «es una herramienta de comunicación esencial para lograr que el acto celebrado sea un éxito».

Resultó penoso que solo nos haya visitado el Rey de España, Felipe VI, Marcelo Rebelo de Sousa de Portugal y Xavier Espot Zamora de Andorra. Ocuparon los puestos de los presidentes ausentes, algunos cancilleres y sus embajadores acreditados en Quito. No hubo declaración oficial al no existir el consenso suficiente. A diferencia de las anteriores Cumbres, la participación de los presidentes en éstas ha sido importante. Dicho esto, la diplomacia y el protocolo, herramientas del servicio exterior, no estuvo a la altura del deber.

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