¡SE BUSCA.. al vivísimo!

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En el lejano oeste americano, a finales del siglo XIX y parte del XX, resultaba muy común que la autoridad de las ciudades, dispongan al “sheriff” –servidor importante e implacable-, que localice y entregue a determinados fugitivos, en su mayoría criminales (denominados forajidos), que evadieron la justicia; éstos, a su vez, debido a las limitaciones de personal, exhibieron carteles con la leyenda “Se busca, vivo o muerto”. La recompensa estaba fijada dependiendo de la peligrosidad del individuo y, por lo general, se trataba de elevadas sumas de dinero en dólares.

Hay personajes muy conocidos, como Jesse James, Bonnie & Clyde, Billy The Kid, que fueron sometidos a este sistema, aunque no era propiamente una licencia para matar, en la práctica se produjo por excepción dependiendo de la circunstancia. Incluso se ha afirmado que Pancho Villa, en 1916, también se lo buscaba vivo o muerto, debido al ataque a Columbia, Nuevo México, provocando la ira de los Estados Unidos, aunque jamás fue capturado.

Lo anterior, en parte verdad y en otra anecdótica, a propósito de la decisión del presidente Donald Trump de ofrecer una recompensa de cincuenta millones de dólares (US $50´000.000) por la “cabeza” de Nicolás Maduro Moros, dictador de Venezuela, duplicando la cantidad inicial; resulta inusual considerando que se trata de un jefe de estado, aunque lo ostente de manera ilegal. Las preguntas que cabe hacernos son: ¿quiénes serían los que acepten esta generosa oferta? ¿acaso miembros del propio gobierno de Maduro, o personajes extranjeros? Quién sabe.

La tarea a la que se enfrentan los que acepten hacer “esta vuelta”, es terriblemente delicada, riesgosa y con repercusiones difíciles de predecir. Las razones que exhibe Estados Unidos son comprensibles pues las acciones de Maduro y sus alianzas con países extremistas, afectan la seguridad nacional, sumado al convencimiento de que está aliado con peligrosos cárteles de droga. Aquí está en juego algunas voces que cuestionarán si la incursión se produce con fuerzas estadounidenses, por catalogar como violación a la soberanía, principio fundamental del derecho internacional público.

Si se considera que Venezuela está afectando a la sociedad norteamericana por el envío de miles de toneladas de droga, contrariando el factor psicosocial -componente de la seguridad nacional del país-, entonces está justificada la medida. El gobierno de Venezuela ha contestado que estas acusaciones son “una gran mentira”. Es obvio que se expresen de esa manera (Impensable que acepten el cometimiento de todas estas acciones ya que se concluiría que “a confesión de parte, relevo de prueba”).

Lo cierto es que las formas del relacionamiento internacional han cambiado significativamente; el respeto entre jefes de estado y demás autoridades de gobierno han dejado de existir, y, claro, cualquiera de éstos se expresan con insultos, descalificaciones, acusaciones de toda índole que denigran a los dignatarios que representan a determinada sociedad; y, al hacerlo, finalmente están insultando, denigrando y descalificando a sus ciudadanos, que los eligieron.
Está por verse cómo comienza y termina el episodio “se busca” que seguramente inspirará a los cineastas de Hollywood, pero Nicolás Maduro no podrá convertirse en “chullita” de una película de horror, por ser pésimo artista, forajido, malo como persona y dictadorzuelo de última. Esperemos que finalmente sea capturado y sometido a la justicia.

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