¡En el día internacional de la mujer!

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Cada 8 de marzo se conmemora en muchos países el día de la mujer en reconocimiento a su importante labor en la sociedad y por su lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo. Conseguir el básico derecho a la igualdad ante la ley y que su capacidad y laboriosidad en muchas actividades sean reconocidos, les ha significado incomprensiones y sacrificios a lo largo de la historia. Luchar contra el poder no es una cuestión menor, puesto que les significó persistencia, sabiduría y determinación.

En Quito, precisamente en conmemoración a la mujer, fue aprovechado por un grupo de irrespetuosas personas para convertirlo en un festejo burdo. Se produjo en la Plaza de Santo Domingo, lugar donde se levanta el monumento al Mariscal Antonio José de Sucre: como acto reivindicatorio le pintarrajearon faltándolo al respeto. Con gritos histriónicos e insultos, propio de gente despistada, ensuciaron todo lo que pudieron, en gesto de reclamo a todo y en contra de todo. No tuvieron otra mejor idea para expresarse.

Tampoco perdieron la oportunidad para lanzar cánticos liberadores supuestamente en contra de todo lo que mal entienden por desigualdad. Aquellas consignas odiadoras hacen que sean rechazadas y condenadas por las propias mujeres bien enteradas de los reales propósitos que encierran estas manifestaciones que coinciden con las consignas “progres” y que las convierten en vulgares actoras de

un feminismo mal entendido.

Harían bien estas falsas representantes de las mujeres, aprovechar el día para recordar y honrar a aquellas valientes mujeres que fueron verdaderas líderes en la lucha por la reivindicación de la mujer ecuatoriana, muchísimas de ellas apartadas del quehacer público y sin ningún derecho de participación. ¿Por qué no recuerdan y honran a Matilde Hidalgo de Procel (lojana, médica, poeta y activista femenina) la primera mujer en latinoamérica en votar en una elección de alcance nacional? O también a Manuela Espejo, la primera enfermera del Ecuador; a Manuela Cañizares; a Rosa Zarate, y a tantas otras verdaderas luchadoras por la libertad.

Y claro, como en todas estas ridículas y vacías formas de expresarse, siempre existen los tontos borregos aplaudidores que les hacen creer lo que no son. Resulta, según Erasmo de Roterdam, que “cuando menos talento tienen, más orgullo, vanidad y arrogancia tienen”. “Sin embargo, esos tontos siempre encuentran otros tontos para que les aplaudan”. El evento, obviamente orquestado, resultó un acto primitivo, condenable, de ninguna trascendencia ciudadana; más bien demostraron haber perdido todo tipo de valores como el respeto a los derechos de los demás.

Lo penoso de esto es que la municipalidad no advierte que su actitud de falta de control hace que la afectada sea la ciudad y su patrimonio, maltratada permanentemente por gente mal educada. Si el vandalismo fuera el arma para que sus íntimos deseos de desquite sean atendidos, pues el mundo ya habría solucionado todos sus problemas. Esperemos que puedan ubicar a los actores de los destrozos y particularmente a la persona que atacó al monumento -que no tiene la culpa de sus desvaríos- y reciban la sanción que corresponde. ¿Por qué de un tiempo acá este tipo de manifestaciones vandálicas vienen a ser lo que aplauden e imitan? Lo correcto será poner de ejemplo marchas pacificas que resalten los verdaderos valores ciudadanos.

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