En este tiempo, la gente atraviesa serios y variados problemas debido a los constantes y largos apagones, que hace extrañar mucho la normalidad, en el quehacer diario, y que no sabemos valorarla. Esta situación anómala se debe a que nuestro país depende mayoritariamente de la generación hidroeléctrica, y, al faltar las lluvias, se presenta el duro estiaje que agobia a todos por igual. No hay actividad pública o privada exenta de las consecuencias de esta penosa situación.
Estamos en un escenario de clara adversidad que se convierte en desventura, calamidad y que alcanza hasta el desastre; eventos a los que está expuesto el ser humano y que «difícilmente está dentro de nuestras posibilidades el poder evitarlas». Los eventos que genera la naturaleza, como el fuego y el agua, son tan catastróficos que destruyen todo a su paso y dejan una estela de desasosiego, frustra-ción, pobreza y desazón en la gente. El nerviosismo que le invade es tal que aparece o aflora sentimientos de frustración que, a su vez, devienen en sentimientos de ira, tristeza, ansiedad, con el consiguiente reclamo.
Es evidente que ciertas medidas y acciones, adoptadas con antelación y responsabilidad, pueden atenuar o minimizar los efectos de la sequía referida en líneas anteriores. El haber consagrado legalmente que la generación eléctrica es un sector estratégico reservado al Estado, resultó ser la medida más absurda y perniciosa que se haya tomado, por los iluminados redactores de la constitución del 2008, solamente para alinearse y congraciarse con los capos del socialismo del siglo XXI. Apelan a que se trata de un acto de soberanía, cuando este concepto implica saber decidir autónomamente y así
atender eficazmente las necesidades del país. Colombia y Perú -siguiendo este disparate de argumento-, no serían países soberanos pues éstos recurrieron a la empresa privada para contribuir a solventar la falta de energía.
Según Viktor Franki, psiquiatra y filósofo austriaco, «todo puede serle arrebatado a una persona, menos la última de sus libertades humanas: elegir la actitud con la que afrontar las circunstancias». Añade que el ser humano, «solo tiene que tomar sus propias decisiones amparadas en el sentido profundo de su existencia, que nunca ha de ser la infelicidad, por mucho sufrimiento que soporte». Entonces la actitud: no renunciar a luchar, tomar decisiones con tranquilidad, influir actitud positiva a sus congéneres, comprendiendo que no todo está perdido y que la unión hace la fuerza.
Hay que aprender de los errores y evaluar las oportunidades que aparecen fruto de la determinación humana de salir adelante, a pesar de la adversidad. No se gana absolutamente nada con actitudes de queja y reclamo al primero que se aparezca, en este caso, al gobierno, en el entendido que no puede solucionar una cuestión que está fuera de su absoluto control. En todo caso, sí se lo debe demandar que adopte todas las acciones ejecutivas necesarias para minimizar los daños que el estiaje ha generado. Lo penoso de todo esto es que, tratándose de una situación que afecta a todos los ecuatorianos, la oposición no ha estado sintonizada con el dolor de la gente y sólo piensa en captar adeptos con posiciones de crítica vacía.
Lo admirable es que muchísima gente, de todos los estratos sociales, a pesar del decreto presidencial que incluyó el jueves 31 de octubre como de descanso obligatorio, trabajó y dedicó su esfuerzo para llevar el pan de cada día a sus casas; esto es digno de relievarse porque significa que ante la adversidad sobreviene el esfuerzo y la dedicación. Esta es la verdadera gente que quiere al Ecuador, que se pone la camiseta tricolor y que ha expresado que no necesita de dirigentes que solo miran sus intereses en detrimento de los intereses supremos de la república. Es preciso resaltar que, ante la adversidad, la solución es trabajar y «aperrear», es decir, emprender con tenacidad una empresa difícil. A fuerza de ser reiterativos: debemos lanzar al tacho de basura la constitución del 2008 que nos rige y abracemos una libertaria que realmente una y nos proteja.