Los juicios políticos, a cargo de la actual asamblea nacional, finalmente terminaron por devaluarse.
La interpelación a la Ministra del Interior, por parte de dos feroces activistas de la RC5, ha resultado un perfecto sainete que rayó en la ridiculez; fue evidente la falta de argumentación -sumado a la carencia de pruebas legalmente acredita-das, y solamente se escucharon discursos vacios, cansinos y destemplados. Cabezas y Berrezueta no estuvieron a la altura de las circunstancias, al punto que no lograron los 92 votos para conseguir la censura y destitución de la señora Palencia. El resultado: 77 votos a favor, 40 en contra y 16 abstenciones.
Cabezas, la gritona del barrio, se adelantó al comunicar su determinación de irse a su casa si la interpelada no fuera finalmente sancionada. ¿Lo hará? Seguro que nó, no suelen honrar su palabra. Los dos cometieron el peor de los errores aplicables a cualquier guerra: subestimar al enemigo. Creyeron que la Ministra iba a ser fácilmente derrotada, pero fue todo lo contrario: asistió armada de argumentos y equipada de tenacidad, venciéndolos sin atenuantes. Su exposición estuvo muy bien estructurada, destruyendo todas las supuestas pruebas y menguando los flojos «argumentos» de los interpelantes.
Cuando no hay base y fundamentos, aparecen los discursos histriónicos, destemplados, faltos de sustancia y la verbalización confusa se manifiesta de cuerpo entero. El desorden de las ideas exhibidas fue la tónica de los parlanchines; por el contrario, la ministra tuvo la habilidad, sapiencia e incluso paciencia, para contestar y desvirtuar una a una los dislates o disparates expuestos sin que hayan aportado razones. En democracia, la fiscalización -la responsable e inteligente, se supone-, es vital para garantizar la institucionalidad y hacer prevalecer la ley para que nadie esté por encima de ella.
Los procesos que solo sirven a intereses políticos y coyunturales nada edificantes, no contribuyen a afianzar el sistema democrático, aquel que se basa en el equilibrio de poderes, en el establecimiento de pesos y contrapesos para evitar abusos; todo lo contrario, facilita espacios para el enfrentamiento esteril, sin propuestas conducentes para construir un mejor país, sino para lograr, en este caso, la caída de una ministra y debilitar al gobierno, de cara a las próximas elecciones presidenciales.
Como sabemos, toda acción emprendida en política tiene su consecuente reacción. A la RC5 particularmente no le fue bien en esta interpelación: la ciudadanía se da perfecta cuenta de las intenciones perversas y mal intencionadas; primero, porque los dos actores interpelantes mal escogidos, no pudieron con la ministra, y, segundo, por lo forzado de los argumentos respecto a los temas que se ventilaban, como el de la seguridad, no nacieron en esta administración, sino fueron generados por determinaciones de gobiernos anteriores, mismas que fueron erróneas, irresponsables e incluso interesadas.
No permitamos la demagogia en este tipo de procesos, pues son «práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular», y, en definitiva, es la «degeneración de la democracia», según laReal Academia de la Lengua (RAE). En definitiva, solamente han conseguido devaluar el mecanismo más importante de control político. Ojalá la gente se acuerde de estos eventos al momento de elegir a los futuros asambleístas, actuando en una especie de «purga», es decir, eliminando indeseables de las listas a fulanos y menganas que deslucen la representación ciudadana.
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