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¡Susi, por favor, deja de jugar con las velas!, era la cantaleta de mamá cuando se «iba la luz». Mi hermana era imparable. Se unia los dedos con la cera derretida, hacía unos perfectos dados amasándola sin dejar que se enfriara, dibujaba caminos en la mesa roja del comedor del diario. Todo con una habilidad que al día siguiente se revelaba tembleque porque no solo había cera en la mesa, en el piso, en su ropa, sino también en la nuestra, en las alfombras y zapatos. A mi esta se me antoja como la única travesura que Susi hizo dentro de casa.

A mí me divertía mucho y en ocasiones me dejaba coser los dedos con cera sin chistar, quemándome con la cera caliente. Era lindo y frecuente, a pesar de la experticia de Juanito Wilman que trabajaba en «la toma», no hablaba una palabra, tenía cara de bobo, pero era gringo. Él siempre sabía por qué se había «ido la luz». No la traía de vuelta, pero sabía el porqué.

El estiaje, la barcaza, las termoeléctricas: es la peor sequía desde hace 61 años, es que no llega y no alcanza, es que están olvidadas y sin mantenimiento. ¿Les suena?

La falta de energía eléctrica es, sin lugar a dudas, un grave problema. Las pérdidas que genera son enormes, pero este problema es nimio comparado con la falta de luz. No es tan grave estar a oscuras que ser oscuro. Sin importar hacia dónde volteemos a ver,

Ecuador está oscuro.

Durán, la que nos recibía alegre con su gabarra lista para hacernos cruzar el río Guayas, hoy vive su peor oscuridad: se desangra, se prostituye a diario. Y no, el despliegue al estilo Rambo no sirvió para un carajo. Bueno, sirvió para hacer campaña, para engañar ilusos, para engañarse a si mismo en el juego cínico que vienen jugando nuestros presidentes: el de ser Luis XIV, el rey Sol, el de L’État, c’est moi (‘El Estado soy yo’).

Fuimos «nuevos ricos» durante la década del brutal despilfarto del que todavía no nos recuperamos. Con sobreprecio mediante se construyeron enormes centrales hidroeléctricas. Íbamos a exportar energía eléctrica. Se despreciaron las termoeléctricas; eso era de pobres, ¡llucshi! Tiempo de elefantes blancos, de proyectos inacabados y de enriquecimientos oscuros, muy oscuros. #ProhibidoOlvidar-Compañeritos nos decian, y no, no hemos podido olvidar porque hasta hoy sigue brotando pus del casi muerto oscuro que somos.

No somos un país pobre. Nuestra oscuridad viene de la incapacidad manifiesta, la irresponsabilidad y la ambición obesa de los gobernantes desde el siglo XX. Hemos elegido mal siempre. Rodrigo Borja fue la excepción que confirma la regla.

«Por si fuera poco parió la abuela».  Y es que gracias a la codicia de los gobernantes servimos en bandeja la pobreza al crimen, y entró por la puerta grande y nos tomó de rehenes y se instaló cómodamente entre los jueces, las cortes, la gente.

La peor oscuridad es la de la ignorancia, la de la pobre educación que tienen nuestros jovenes que saben de antemano que su vida no cambiará, que será miserable como la de su padre, como la de su abuelo, como la de todos, siempre. Entonces, pasarse al «lado oscuro» y disfrutar de una riqueza efímera, aun viviendo al filo de la muerte, vale la pena.

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